domingo, 25 de abril de 2010

MORTADELO Y FILEMÓN, ESQUIROLES

Que los personajes de Ibáñez son unos miserables, no es una nueva noticia. Que no se casan con nadie, tampoco. Así, si estamos acostumbrados a que los personajes de una misma serie se hagan jugarretas unos a otros, no ha de extrañarnos que esta deslealtad fluctúe también entre las distintas cabeceras del maestro.


Una prueba de ello la tenemos en la recurrente presencia de Mortadelo y Filemón en otras series de Ibáñez actuando en contra de sus propios "hermanos de tinta", esto es, ejerciendo sin miramientos su rol de defensores de la ley y el orden (¡ejem!) por encima de los lazos "de sangre" que los atan con otros personajes de su mismo autor. Así, no ha sido raro encontrarlos en las historietas del Botones Sacarino. En ellas, dada su condición de "mercenarios" del cliente se observa cómo un mismo personaje (el "Dire") puede pasar de "cliente" a "delincuente" sin mayores miramientos:










Sin embargo, la mayoría de sus pesquisas, refiriéndonos a investigar a sus "hermanos", se dirigen hacia otra pareja, la conformada por Pepe Gotera y Otilio, pues llegó a ser recurrente durante los años sesenta que los agentes de información intentaran satisfacer las demandas de un cliente de los chapuzas, gravemente damnificado por los terribles operarios.
















Como se puede observar, hay una constante en este tipo de viñetas finales, que suelen componerse de un cliente maltrecho que enumera los daños causados por los obreros, un Filemón seguro de sí mismo que promete una pronta captura y un Mortadelo disfrazado de perro concentrado en su labor de rastreo (aunque, presumimos, con resultados desiguales). Mientras, un compungido Otilio pregunta a su patrón desde su escondite o en plena carrera si cree que los encontrarán sus perseguidores.
















Ciertamente, estos cameos son comprensibles si tenemos en cuenta que cada vez que en la principal serie de Ibáñez se necesita un cegato, se acude a Rompetechos; si lo que hace falta son un par de chapuceros, ahí están Pepe Gotera y Otilio; incluso Sacarino ha ejercido alguna vez de botones en las historietas de los agentes de la TIA. Por ello, no resulta extraño que cuando se necesite un par de operarios al servicio de la ley, Ibáñez recurriera a sus personajes- estrella.
Con Mortadelo y Filemón al mando de las investigaciones, sus prófugos hermanos pueden respirar tranquilos.

domingo, 18 de abril de 2010

MAESTROS DEL CÓMIC: MORTADELO Y FILEMÓN, AGENCIA DE INFORMACIÓN

Ediciones B ha lanzado en el mes de abril el primer tomo de una nueva colección: Maestros del cómic, que parece destinada a difundir las facetas menos conocidas de importantes autores de la casa. Como era previsible, el primer tomo de la colección ha correspondido al maestro Ibáñez, concretamente a la etapa primigenia de su serie estrella: Mortadelo y Filemón, agencia de información.

En realidad, esta colección parece uno de tantos intentos de recuperación de la Bruguera más clásica que se están llevando a cabo en los últimos años. Así, tenemos la colección Super Humor Clásicos (cuyo tercer volumen está dedicado a Ibáñez), así como la imprescindible reedición de las joyas del tebeo patrio realizada por RBA y que ahora se encarga de “regalar” el diario El Mundo (aunque centrándose en la producción de Ibáñez y Escobar, especialmente). Probablemente, el interés desde distintos foros y blogs de Internet se ha demostrado hacia estas obras, haya motivado esta nueva mirada hacia nuestro pasado historietil.

El volumen que nos ocupa se presenta en tapa dura, con fino lomo negro y una mezcla de elegancia y austeridad. En la portada, observamos a los agentes de información ataviados con su indumentaria primitiva. Una breve sinopsis acompañada de una viñeta adorna la contraportada.

El prólogo viene a cargo de Antonio Guiral, últimamente prologuista de cabecera de la editorial que soporta con estoicismo la pésima maquetación que la misma hace de sus textos. En este caso, Guiral combina el ensalzamiento de la obra de Ibáñez que esperan los editores con algunas verdades descarnadas, como la tosquedad del Ibáñez inicial y la innegable influencia de Franquin que se aprecia en algunas de las páginas seleccionadas.



En cuanto al contenido, resulta lamentable que no se haya incluido el número de la publicación en la que aparecieron por primera vez estas páginas, así como el año. Sin embargo, lo menos acertado resulta el desorden cronológico de las historietas, lo cual dificulta la observación rigurosa de la evolución del autor. En este sentido, destacamos los avances que, no obstante, se observan entre la tosquedad inicial a la que se refería Guiral y el estilo más cuidado, pulido y limpio (franquiniano, por supuesto) de mediados de los sesenta, en el que el trazo se vuelve más ágil y elegante y en el que se observa una mayor riqueza de perspectivas o encuadres.

Resulta difícil decir si la compra de este volumen es recomendable o no. Por supuesto, para muchos lectores supondrá una novedad ver la primera etapa de este clásico del cómic español, pues su interés histórico es indudable. No obstante, es más que probable que los auténticos aficionados y seguidores de la obra de Ibáñez, apenas encuentren una decena de historietas que no tuvieran previamente, pues algunas de estas historietas cortas aparecieron en el volumen 269 de la Colección Olé de Bruguera, “Solo se nace una vez”, dedicado al 25 aniversario de los personajes. Historietas análogas aparecen en el ya citado El F.Ibáñez más clásico y en el Super Humor 29, dedicado al 40 cumpleaños de la serie. En resumidas cuentas, y aún a riesgo de resultar perogrullescos, el volumen les aportará más o menos novedades en función del material previo que ustedes tengan.

Eso sí, si andan escasos de Mortadelos prehistóricos, no duden en adquirirlo.

domingo, 11 de abril de 2010

MORTADELO Y FILEMÓN: REPETICIÓN

Hace poco, leyendo la aventura ¡A la caza del Chotta!, historieta apócrifa de 44 páginas, dibujada por Juan Manuel Muñoz, observé una viñeta que me resultaba harto familiar:





Cuál no sería mi sorpresa al encontrarla nuevamente en la aventura larga apócrifa, de autor desconocido, Un crecepelo infalible, realizada, al igual que la anterior en los años 80, por parte de una editorial que mantuvo los derechos de los personajes al margen de la opinión del autor:








Ya Mortadelón en su magnífico blog nos habló de la "calcadora" que utilizaban los dibujantes de Bruguera para intentar reproducir los movimientos y gestos de los personajes de Ibáñez en las historietas no realizadas por él. Tras mucho barruntar, recordé la viñeta original del maestro de la que partieron estas dos copias:

Como se puede observar, dicha viñeta pertenece al álbum de Ibáñez...¿Podrían decírmelo ustedes, queridos lectores?


domingo, 4 de abril de 2010

LA PRENSA CARDIOVASCULAR (1995)

El álbum La prensa cardiovascular fue realizado en 1995, época en la que despuntó televisivamente el magazine de Tele 5 ¡Qué me dices!, que dio un auge inusitado a la prensa rosa, proponiendo un tratamiento desenfadado de las noticias del corazón y un trato irónico y descarado a los famosos que las protagonizaban. Este programa fue simplemente uno de los muchos que surgieron en España a mediados de los 90 y que sentaron las bases de un modelo televisivo que sigue, desgraciadamente, vigente hasta nuestros días, vulgarizándose cada vez más, si cabe.

Ibáñez, con notable agudeza, supo ver las perspectivas cómicas que la deformación periodística podía propiciar y elaboró este álbum que satiriza los desmanes de la prensa sensacionalista. La historia arranca con una introducción en la que se habla del origen del amor, proporcionando dos visiones: la mitológica, con una desternillante caracterización de Cupido (en la que se explica el porqué de su venda, sus alas y sus flechas); y la científica, partiendo de las relaciones entre amebas (esta clase de seres volverán a aparecer en la introducción de Nuestro antepasado, el mico -2009), que dará lugar a una teoría de la evolución muy particular.


Las alusiones a personajes históricos como Cleopatra o Romeo y Julieta recuerdan a la historieta corta de 1990 La cosa va de ligar. Aparecen también en este recorrido Hamlet (ya retratado en La Historia esa vista por Hollywood), sacándole partido a su relación con “Ofelia”, y el príncipe Carlos de Inglaterra, al que ya vimos en El pinchazo telefónico (1994), ahora haciendo referencia a su romance con la Ferguson, alusión que no sabemos si se trata de un gag o de un simple error de Ibáñez. También destaca la alusión a múltiples políticos del momento (rasgo típico de la época): González, Aznar, Clinton, Arafat, etc. Tampoco falta una jocosa referencia a la supuesta homosexualidad de Mortadelo y Filemón a la que algunos, según Ibáñez, aludieron en su día. Los personajes responden a esta insinuación rebelándose contra su autor, saliendo incluso de la viñeta. Las agresiones de los personajes al creador ya se dieron en álbumes anteriores como Animalada (1994).

Estructuralmente, el álbum consta de seis episodios (ocho páginas los cuatro primeros y seis cada uno de los últimos) y el dibujo presenta las características propias de la época, es decir, se ve la mano de Ibáñez pero el entintado no siempre es acertado. En el primer capítulo, el Súper decide encomendar a nuestros agentes la misión de atrapar a los paparazzi que aprovechan fotografías para descontextualizarlas, ya que él mismo se ve afectado por esta prensa sensacionalista. Algo parecido le ocurrió también en El candidato, de 1989 (historieta comentada previamente en este blog, véanse los archivos de marzo de 2008), pero nada comparado con el maltrato de los medios que sufrirá el pobre Vicente en Impeachment! (1999). También en La prensa cardiovascular se presentará al Súper como un acosador de Ofelia, además de zoófilo, por no hablar de su “atrevimiento” con la esposa del Director general. No hace falta decir que la actuación de Mortadelo y Filemón solo complicará las cosas.


En el siguiente capítulo, la víctima de este tipo de prensa será el Ministro de ética y decoro (un cargo que recuerda a otros momentos de nuestra historia reciente). En la entradilla del episodio vemos los tejemanejes de los sensacionalistas preparando su farsa. Para proteger al Ministro, Mortadelo y Filemón recurren a una serie de gadgets (¿serán inventos del Bacterio?) que se anulan unos a otros, provocando en su protegido o bien lesiones físicas o bien titulares aún más bochornosos, si cabe. El clímax del episodio llega con la presentación del Ministro luciendo ropa femenina ante una pasarela llena de fotógrafos (reminiscencias del clímax de Contra el gang del Chicharrón- 1969), en una viñeta (la cuarta de la página 16) verdaderamente cómica.






El tercer protegido de nuestros agentes será el banquero Calderíllez, clara caricatura de Mario Conde, personaje que apareció previamente en El Quinto Centenario (era el Conde del Baquetazo), de 1992 y que volveremos a ver en El jurado popular (1995) y La rehabilitación esa (2000). La entradilla del capítulo, en la que los protagonistas beben un crecepelo del Bacterio que hace que les salgan en la cabeza productos de huerta nos remite a álbumes como La elasticina (1980) y a la ilustración de Ibáñez en la que se autocaricaturiza junto a todos sus personajes para el 25º aniversario de la serie. Volviendo al episodio, resaltamos el hecho de que la mala coordinación entre los agentes hace que uno anule los intentos de protección del otro en todo momento. La sucesión de gags basados en la ineficacia de la protección culmina con el dúo, su protegido y el mismo Súper, achicharrados por la torpeza de Mortadelo. Destaca en esta parte el hecho de que Filemón rescate un invento del Bacterio usado en Los inventos del profesor Bacterio (1972): los zapatos anti-gravedad.



En el cuarto episodio, la prensa rosa la emprende contra la Marquesa de la Potranca, una gran señora a lo Deliranta Rococó, de Martz-Schmidt. Tras una introducción en la que vemos a un Súper más paranoico que nunca, pues piensa que sus agentes están conspirando contra él, Mortadelo y Filemón son enviados a una recepción de la Marquesa, dando pie a gags similares a los que vimos en álbumes como Contra el gang del Chicharrón, El elixir de la vida (1973), Los secuestradores (1976), La gallina de los huevos de oro (1976), Los gamberros (1978), La elasticina, El bacilón (1984), Esos kilitos malditos (1997), etc. Las instrucciones de comportamiento que da Filemón a su subordinado resultan graciosas (algunas de ellas, muy parecidas a las de álbumes anteriores, como la de besar la mano, que ya vimos en El elixir de la vida). Resulta especialmente divertido el momento en que Mortadelo se sienta a comer en el suelo, como en el campo, ante las miradas desdeñosas de los aristócratas. A pesar de que los agentes apenas tienen contacto con la dueña de la casa, su actuación solo ayudará a que su imagen de tirana, creada por los medios, se refuerce aún más.







El siguiente episodio muestra a Filemón como víctima de la prensa rosa, lo cual choca con los altos cargos que antes la han padecido (ministros, marquesas, banqueros, etc.). En esta ocasión, Filemón es presentado como homosexual por los paparazzi, en una época en la que lo de “salir del armario” no estaba tan de moda. Esto provoca la rechifla del resto del personal acerca de la sexualidad de Filemón, como ya ocurrió en Los bomberos (1978) y El disfraz, cosa falaz (1995). Esta rechifla implica también a Mortadelo, pues aparece presentado como el consorte de su jefe y desata las burlas del Súper, la Ofelia e incluso las reticencias de un Bacterio más serio pero al tanto de las alusiones vertidas sobre Filemón. La actuación del profesor con sus inventos no solucionará para nada los problemas del crispado Filemón, que acabará perdiendo los nervios tras ser acusado, incluso, de zoófilo.


Y si antes le tocó a Filemón, en el capítulo final es el turno de Mortadelo, caracterizado por la prensa como un crápula secuestrador de doncellas. Para acabar de una vez por todas con el asunto, el agente recurre a un perro, Lagartijo, que seguirá la estela de perros incompetentes (heredados de los que ya usara el Anacleto de Vázquez) como los de Contrabando (1978) o Rapto tremendo (2003). Su entrenamiento para atacar a los tipos con cámara de fotos recuerda al que sufrió otro chucho similar en Chapeau, el “Esmirriau” (1971), esta vez contra los sombreros. Una serie de gags enfocados en este sentido y que desentonan con la tónica general del álbum acaban con la captura de Radovan Karadzic, exlíder yugoslavo acusado de genocidio, que pretendía lucrarse con estas fotografías para comprar armamento y organizar guerras. Estamos ante la típica conclusión con villano que resulta ser conocido. Una vez encerrado (no sabemos si los colaboradores que aparecen a lo largo del álbum también fueron capturados), la historia culmina con un gag bastante simplón en el que los agentes mandan al espacio exterior a Ofelia de una patada.


En líneas generales, y sin ser una obra maestra, podemos decir que estamos ante un álbum divertido, con momentos hilarantes motivados por los equívocos de las fotografías y por las rechiflas hacia Filemón en el penúltimo episodio. Desde el punto de vista gráfico, además de las características ya comentadas, destaca la inverosimilitud de las fotografías (que aparecen en gris en el periódico), pues nunca podrían salir como las vemos en la prensa desde la perspectiva en que fueron tomadas. Tampoco resulta muy creíble la ubicuidad del equipo de malhechores, capaces de tomar fotos a diestro y siniestro sin que nadie se percate de ello. Gráficamente, resaltamos también el uso del color para generar gags, como el momento en que Fabulando aparece blanco del todo, pues ha desteñido (estos gags eran impensables en la antigua Bruguera, dada la arbitrariedad de los coloristas).



Hay que destacar desde el punto de vista argumental la mordaz crítica que Ibáñez hace de la prensa del corazón, que aparece retratada como manipuladora y sensacionalista, capaz de descontextualizar y de destrozar vidas ajenas con tal de vender más. Aunque no se dan nombres concretos, aparece la revista Hello en varias ocasiones (parodia de Hola), e Ibáñez utiliza expresiones como “aves de rapiña” y “sicarios” para referirse a cierto tipo de periodistas. Sin duda, una visión crítica que parece adecuado retomar hoy día, dados los altos índices de audiencia que suelen tener los programas llamados “del corazón”.