sábado, 26 de julio de 2008

MORTADELO DE HAMELÍN

A lo largo de los años, hemos ido viendo una serie de chistes recurrentes que se han repetido periódicamente con mayor o menor fortuna. Presentamos en este comentario una de las entradas de Mortadelo y Filemón más usadas en los últimos años, lo cual no deja de llamar la atención, si tenemos en cuenta que no es de las más graciosas.


Nos referimos a la aparición de Mortadelo vestido del flautista de Hamelín, seguido del ratolín. La verdad, como chiste rimado no deja de ser bastante pobre, lo cual no ha impedido a Ibáñez utilizarlo de forma más o menos constante.


Así, lo encontramos en la historieta de 1996 Cien años de cómic



Tan solo un año después, la volvemos a encontrar en La banda de los guiris (1997)








No pasan doce meses cuando Ibáñez vuelve a utilizar el recurso en El tirano (1998)





Tras un ligero respiro, encontramos de nuevo el chiste en El Kamikaze Regúlez (2005):



Hemos de suponer que si el autor usa esta gracieta con tanta asiduidad debe de ser porque le parece especialmente cómica, aun cuando nosotros pensamos que no es, precisamente, la entrada más memorable de Mortadelo y Filemón.

Quede este tema como constancia de su anecdótica repetición y juzguen ustedes dónde reside la comicidad de la escena.

domingo, 20 de julio de 2008

IBÁÑEZ O EL INSPIRADO INSPIRADOR

Mucho se ha comentado en los últimos años acerca de los "plagios" o "inspiraciones" que usó Ibáñez a la hora de realizar sus historietas (Franquin, Vázquez, etc.), sin embargo, se ha hablado menos del legado que nuestro autor dejó a generaciones posteriores o incluso a otros dibujante coetáneos. Una huella indeleble sin la cual no se entendería la historia del cómic español y que muchos se han empeñado en silenciar o, al menos, desdeñar.

Sin ir más lejos, presentamos aquí un ejemplo de la influencia directa de Ibáñez en otro de sus compañeros de Bruguera, Enrich. Así pues, se observa la innegable deuda que la historieta de Crispín publicada en Din Dan Extra de verano de 1969 mantiene con la que se ha venido enseñando como la primera página publicada de Rompetechos, que data del seis de abril de 1964.

Cinco años después, Enrich se basa en la historieta de Ibáñez para componer su página de Crispín. Los paralelismos resultan evidentes.














Así, en ambas historietas, vemos a un entusiasmado protagonista que acude a su primer día como vendedor de cremas bronceadoras, con unas viñetas explicativas que coinciden casi punto por punto. También la entrega del maletín de trabajo y la propia fisonomía del jefe en cuestión es similar en las dos páginas, incluido el hecho de desearle suerte al vendedor novel.














Acto seguido, el neófito empleado procede a vender puerta por puerta sus productos. Si hasta aquí alguien pudiera pensar que tales paralelismos son puramente casuales, la idea desaparece cuando se observa en ambas historietas el excepcional cameo de Panchita, la mucama del Profesor Tragacanto, de Martz-Schmidt. El papel de la entrañable negrita es el mismo en ambas historias: indignarse ante la paradoja de que intenten venderle un bronceador, dado su color de piel.


















El siguiente gag también es paralelo, aunque con una ligera variante. Mientras que en la historieta de Ibáñez, el protagonista aprieta el ojo de un perro confundiéndolo con un timbre, en la de Enrich el personaje toca literalmente las narices del típico brutote brugueriano, en ambos casos con fatales consecuencias.














Aquí terminan los paralelismos entre ambas historietas (que no son pocos, para ser de una página cada una), pues el remate final es distinto en ambos autores. Sin embargo, parece clara la influencia de la de Ibáñez sobre la de Enrich.
Y es que no hay que olvidar que otros de los factores del éxito del autor de Rompetechos es la hábil utilización de las influencias ajenas para crear algo nuevo, impactante de cara al lector, y sobre todo, humorísticamente eficaz. No ocurre lo mismo en el caso de Enrich, dibujante correcto y de trazo amable que quizás pecó de no imponer un estilo propio, de manera que sus obras se enmarcan fácilmente dentro del estándar, sin destacar ni positiva ni negativamente.
Probablemente este autor fuera obligado a seguir la estela de Ibáñez, práctica muy habitual en la casa, y que se llevaría al exceso en la década siguiente, pero esto no quita que la realización de Enrich sea una pálida sombra de su referente, lejos de la impronta personal que Ibáñez supo imprimir ante sus múltiples y conocidas influencias.

No se trata, por supuesto, de desprestigiar al autor de Crispín, sino de reivindicar, aunque sea por contraste, el talento natural de Francisco Ibáñez, incluso a la hora de recibir y asimilar rasgos ajenos, empresa de la que no todo el mundo sale de forma tan airosa.

domingo, 13 de julio de 2008

LOS SUEÑOS DE MORTADELO

Como toda persona ( o personaje ) que se precie, también nuestro admirado Mortadelo tiene sus sueños (o pesadillas) que lo definen como individuo, resultado de su propia personalidad o de la interpretación que el subconsciente hace de las experiencias vividas. Aunque en contadas ocasiones, Ibáñez nos ha acercado a los sueños de su criatura principal, Mortadelo, ayudándonos así a conocer mejor su interior.



Llaman la atención, por su rareza, las pesadillas que el personaje sufre en la portada del número 102 de su revista homónima. Veamos en qué consisten.



En la primera de ellas, vemos a Mortadelo suplicando piedad ante el ataque de una rata gigante que camina por la pared, como podrán observar en la ilustración. Se trata de un dibujo verdaderamente conseguido por parte del autor, que crea un clima realmente onírico en tan solo una viñeta. Así, al tamaño desproporcionado de la rata hay que sumarle el peculiar diseño de la misma, alejado de la típica realización ibañezca y cercano a un naturalismo sórdido que enfatiza los aspectos mas desagradables. Se trata de un animal verdaderamente repulsivo que, como ocurre en los sueños, lejos de atacar directamente a Mortadelo, se limita a angustiarlo con el mero roce de su nauseabunda cola.


Para completar la idea de angustia, Ibáñez ha situado la acción de noche, y ha adornado la idea principal con detalles secundarios más o menos inquietantes, como el escarabajo que trepa por la pared, el gusano que se arrastra por la acera y dos pares de ojos que asoman desde una siniestra rendija cercada por barrotes. El uso adecuado de la trama hace de esta viñeta una de las más notables ilustraciones de su autor.




Inmediatamente después, nos encontramos con un ataque a Mortadelo por parte de un extraño híbrido, mezcla de mosquito gigante (¿reminiscencias de los aspectos más traumáticos de El sulfato atómico?), rata y buitre. A la angustia provocada por la persecución de esta desagradable mixtificación, hemos de sumar el ambiente tenebroso creado por los murciélagos y la luna llena.










Dicha persecución se viene produciendo,como se ve, a lo largo de un escueto y zigzagueante senderillo que da por ambos lados a un impresionante precipicio. Los niveles de abstracción aquí conseguidos, únicamente se pueden comparar en la editorial a los logrados por el gran Martz-Schmidt.





La última de sus pesadillas en esta portada es más tópica: el clásico sueño de caída, esta vez ejemplarmente reforzado por las líneas cinéticas que envuelven al personaje y lo arrastran al negro abismo. A destacar el pavor que se respira en los ojos de Mortadelo.



Dada la ajetreada vida que lleva el agente de la TIA, no es de extrañar que tenga este tipo de sueños. Sin duda, estar siempre en la cuerda floja, con la inestabilidad que esto conlleva, repercute negativamente en la psique del personaje, que vive en un permanente estado de tensión.



No obstante, también para Mortadelo existen sueños agradables. Así, tanto en Gatolandia 76 como en Sidney 2000, vemos a nuestro entrañable agente disfrutando, aunque sea durante unos instantes, de su minuto de gloria ficticia. En ambas citas olímpicas se observa al camaleónico agente soñando satisfecho con un triunfo deportivo y un reconocimiento social de los que carece en su vida cotidiana. No hace falta decir que tales dulces quimeras vendrán quebradas en estos por un amargo despertar.




Lo mismo ocurrirá en el álbum El estropicio meteorológico, en el que Ofelia será la víctima de las barrabasadas que Mortadelo comete, incluso en sueños, hacia ella. El elemento inspirador de esas ensoñaciones (pues de eso se trata más que de sueños, en el sentido literal de la palabra) será la señorita Irma, a la que nuestro agente se imagina conquistando en mil y una lides que permitan mostrar su heroísmo ante la rubia secretaria. Sin duda, en pocas ocasiones hemos visto un Mortadelo más feliz que en estos momentos.





Un carácter distinto, por ser el hilo argumental, presenta el sueño en el álbum Pesadillaaa..., en el que el personal de la TIA se tendrá que enfrentar a una horripilancia que les mantendrá en jaque durante 44 páginas. Destaca en esta aventura el tono onírico que Ibáñez consigue en la creación de los sueños, y que comentaremos oportunamente en una futura entrada dedicada a ese álbum.


Mientras, deseamos a nuestros lectores habituales que aprovechen la estación estival para soñar plácidamente y que, al contrario que Mortadelo, no se vean desengañados por la triste realidad.


A petición popular, incluimos la portada completa de la que se han extraído algunas de nuestras viñetas:










domingo, 6 de julio de 2008

LOS BASTIDORES DE SACARINO

Como todo el mundo sabe, llegó un momento en que El botones Sacarino dejó de pertenecer a "El Aullido vespertino" (que no tenía otra razón de ser que la rima forzada) para trabajar en el DDT, reflejando así a numerosos personajes reales de la vida Brugueriana. En esta entrada vamos a repasar algunas de las más destacadas menciones a los mismos.


No vamos a hacer hincapié en la ya conocida historia de la caricatura que el Director supuso de Rafael González, director de Bruguera, pues el tema ya ha sido suficientemente tratado de forma pormenorizada en otros lugares. No obstante, cabe mencionar las constantes apariciones tanto de Perich, cuya caricatura es inconfundible, como de Armando Matías Guiu, que por entonces fungía de jefe de redacción.



Estas caricaturas de Matías Guiu se anticiparon a esa especie de moda de mediados de los ochenta de incluirlo en las historietas de diversos dibujantes de la casa. Ibáñez no deja pasar la ocasión de reflejar irónicamente la faceta como dramaturgo de este polifacético autor, aludiendo incluso a datos que parecen ser reales, bromas privadas, como la fallida puesta en escena de Guiu en la provincia de Cáceres, comentada en más de una historieta del botones.



Centrándonos en los dibujantes, muchos de ellos han aparecido mencionados en la serie de Sacarino, siendo requeridos constantemente por el Director o el Presidente, casi siempre para tratar asuntos laborales. Sin embargo, Ibáñez no da a todos el mismo trato. Veamos algunos ejemplos.



En la viñeta anterior se menciona explícitamente a Conti, a quien se le reclama una página de su personaje Apolino Tarúguez. Aunque se da a entender un cierto retraso por parte del dibujante a la hora de entregar sus trabajos, la mención es bastante neutra, mostrando así el respeto que Ibáñez podía sentir por un veterano como era Conti.


Mayor cercanía hay, pese a ser de la misma quinta que Conti, con respecto a Escobar, tal vez por una mayor relación entre Ibáñez y él o quizás por la popularidad de este autor, bien conocido por los lectores. Así, nuestro dibujante vuelve a aludir a la avanzada edad del padre de Carpanta, al referirse al "tomo mil setecientos quince de las Memorias de Escobar", hipérbole cómplice y jocosa.


También dibujantes de menor popularidad eran nombrados inofensivamente por Ibáñez en El botones Sacarino. Véase el caso de Sanchís:

Obsérvese la ironía que supone el utilizar un dibujo de este autor para tapar un agujero en una pared, a falta de un rollo que cumpla esa función. Lo absurdo de la obra (un pez) refuerza la comicidad de esta viñeta.

Pero, sin duda, una de las más hilarantes es esta en la que se menciona a Raf. Debo confesar mi parcialidad al afirmar que esta simple viñetita es una de las dibujadas por Ibáñez que más carcajadas me ha arrancado. En ella, vemos un monigote infantil, torpemente dibujado, con un trazo alegre y fresco propio de un niño, firmado por Raf. No hay mayor alusión al dibujo que la petición del Presidente: "¡Director, tráigame la ficha psicológica de Raf!". Sin duda, la enorme confianza y amistad entre ambos dibujantes permitió este chiste que, en mi modesta opinión, figura, en el Olimpo de la producción de Ibáñez, a pesar de su simplicidad.



No obstante, nadie piense que Ibáñez se autoexcluía de estas burlas o parodias. El propio autor aparece en ocasiones en la serie, bien proponiendo nuevos proyectos o discutiendo por asuntos de precios. Véanse las siguientes viñetas alusivas:












Vemos cómo nuestro autor autoparodia su fama de "pesetero" y alude graciosamente a sus supuestas solicitudes de aumento de sueldo, las cuales no debían de ser raras, si tenemos en cuenta que para esa época Ibáñez ya era el dibujante estrella de la editorial. No deja de ser notorio que sea el Director, trasunto de Rafael González, quien siempre tenga una palabra desagradable para Ibáñez, posible reflejo de la tensa situación que ambos vivían por aquella época, que casi termina con la salida de nuestro autor de la editorial.




Como puede observarse, Ibáñez no deja títere con cabeza en estas alusiones más o menos veladas de la vida editorial. No contento con ironizar sobre sus compañeros, no duda en incluirse en la historia como objeto de parodia, mostrando así esa capacidad de reírse de sí mismos que solo tienen los genios.