domingo, 30 de marzo de 2008

13, RUE DEL PERCEBE: EL CACO DEL TERCERO

En la prometida ruta por la mítica 13, Rue del Percebe hoy nos detendremos, no sin cierto riesgo, en la vivienda del caco del tercero, que ya desde su primera aparición aparece bajo el nombre de Ceferino, al que posteriormente se añadirá el apellido Raffles, guiño al ladrón de guante blanco creado por E. W. Hornung en 1899.

El aspecto físico de nuestro protagonista no difiere en nada del clásico ladrón brugueriano: antifaz, y nariz poblada de granos (o pecas), mismos rasgos que presentan otros delincuentes de la editorial, como El Manitas de Uranio, caco del barrio de los Zipi y Zape de Escobar. Con chaqueta y pantalones remendados (sobre todo en los primeros años) y unas ganzúas que, opcionalmente, colgaban de su cintura, se configuraba un arquetipo fácilmente reconocible por los lectores.

Nuestro Ceferino no vive solo, ya que comparte su angosta vivienda con su esposa, una rubia enlutada que, a pesar de estar constantemente regañando a su marido por sus errores o extravagancias, actúa como cómplice (y a veces, cerebro) de sus incursiones en la ilegalidad. Combina este personaje femenino la extrañeza con la admiración por su marido al que, a pesar de todo, muestra siempre una lealtad inquebrantable que hace de la pareja, pese a sus diferencias, una de las más entrañablemente sólidas del universo Ibáñez.

Como en el resto de vecinos del inmueble, Ibáñez articula los gags de este personaje basándose en una serie de esquemas repetidos de forma alternante que muestran, una vez más, su gran profesionalidad como autor humorístico. Sin ser la única opción posible, presentamos los siguientes patrones básicos:

Gags basados en lo insólito del robo. En ocasiones es el objeto robado el que, por su extrañeza, desencadena el efecto cómico, como muestra de ello valga la primera historieta, en la que desaparece el después clásico chimeneón del edificio. A esto hay que sumarle un submarino, un platillo volante, una dentadura, una taquilla de cine o la peluca de la vecina de abajo. Nótese que la inutilidad de lo robado o sus dimensiones son la base cómica de algunos gags.

Propiedades del objeto robado o consecuencias del robo. En ocasiones, hay que esperar a llegar a casa para que el objeto del robo traiga consecuencias o efectos diversos, normalmente poco agradables para el caco y su señora. Véase lo que puede hacer una planta carnívora, un reclamo para buitres, un sombrero de prestidigitador con león incluido, o una caja con hormigas asesinas. Las consecuencias no solo se derivan del objeto robado, sino del acto mismo de robar, ya que, bien te pueden lanzar una maldición que te deje con cara de cerdo, o bien puedes caer en el hueco de la alcantarilla cuya tapa has sustraído poco antes.

Robo de objeto con víctima incluida. Efectivamente, no son pocas las ocasiones en que Ceferino ha robado una silla con señor sentado encima, una bicicleta con deportista conduciéndola, maletín con joyero, lavadora con reparador dentro, y hasta vendas con vendado incluido.



Gags basados en la devoción del caco por su trabajo. Y es que Ceferino es un apasionado de su oficio, como demuestran los relatos con los que obsequia a su señora acerca de sus hurtos. Como muestras de este entusiasmo se observa que en no pocas ocasiones se trae el trabajo (la víctima) a casa, lo cual le acarrea reprimendas por parte de su mujer. Sus ganas de trabajar lo llevan a no descansar siquiera cuando va de paseo al zoo. Incluso cuando hizo un pacto con el Caco Bonifacio de Enrich, no pudo evitar robarle la cartera, aún con el riesgo de hacer fracasar la empresa. A veces, se emociona tanto en su actividad laboral, que no es capaz de poner freno, llegando incluso a robar todo el mobiliario del edificio.

Gags basados en la impericia del personaje. Pero no solo de devoción vive el hombre, y no podemos olvidar que incluso Ceferino Raffles comete no pocos errores que denotan su falta de habilidad. Así, llega a pedirle hora al mismo individuo al que le robó el reloj. Y es que no siempre se escogen bien las víctimas: desde un campeón de lanzamiento hasta el club de boxeadores, pasando por los perros guardianes de más de una casa, han dado cuenta de nuestro caco varias veces. Además, como buen brugueriano más de una vez ha confundido significante y significado a la hora de obedecer los encargos de su mujer. A esto hay que sumarle algún ataque de hipo ocasional en pleno robo, confundir una porra con un plátano o intentar robar un coche en marcha. Ante tal ingenuidad, no es de extrañar que el buen ladrón haya sido desvalijado por algún compañero de profesión en el tranvía e incluso estafado por Manolo, su vecino de arriba. Incluimos en este grupo aquellas historietas en las que el protagonista, deseoso de complacer el deseo de su esposa, acaba robando algún objeto inútil, dando muestra de sus pocas luces.

El robo se anuncia por radio. Uno de los esquemas más recurrentes. Infinidad de partidos de fútbol, corridas de toros, derbys de carreras y salidas de trenes se han cancelado por el misterioso robo del balón, el toro, el caballo o la locomotora. Normalmente, la esposa escucha la noticia por radio mientras el marido entra con el objeto sustraído.


Gags sobre el oficio de ladrón. No son pocos los gags que Ibáñez basa en los tópicos comúnmente aceptados acerca del oficio de mangante. Así, algunos de sus chistes se basan en las lagas ausencias que Ceferino va a pasar por sus vacaciones forzosas en la cárcel, lo que le ha acarreado más de un conflicto matrimonial y lo ha llevado a cancelar más de un crucero. Del mismo modo, lo hemos visto en varias historietas sin renunciar a su vieja costumbre de dormir bajo la cama. Llegadas a casa con el traje de preso puesto, con policías esposados, completan este apartado, así como los cuidados del personaje por personalizar su oficio, bien usando máscaras cómicas para despistar a la policía o poniendo una florecilla en su pistola como detalle al cliente.

Captación del momento del robo. En ocasiones, el gag consiste en mostrar a Ceferino en acción, consiguiendo, por ejemplo, una barra de hielo para su señora, cazando una alfombra mágica al vuelo o desvalijando a las víctimas de los niños de al lado o a los acreedores del moroso de arriba.

A ocultarse tocan. Como la conciencia no anda muy tranquila en casa de los Raffles, es frecuente que, bien nuestro caco tenga que ocultarse de la policía, o bien tenga que guardar el objeto robado (una jirafa, una motocicleta, etc.) ante la insidiosa mirada del guardia.

Captura inminente. Pero no siempre se salen con la suya, y encontramos también varias historietas en las que la ley está a punto de echar sus zarpas sobre el simpático ladrón, como aquellas en las que los policías suben en masa (y en escalerilla) hasta su piso o aquella en la que un guardia aprovecha el apagón general para tender una emboscada.

Como tantos otros personajes de la 13, Rue del Percebe, el caco tuvo su homólogo en 7, Rebolling Street, sin que los gags de esta etapa en Grijalbo aportaran nada nuevo al arquetipo.

Volviendo con Ceferino Raffles, una vez terminada la serie que lo vio nacer, lo volvimos a ver en el álbum de Mortadelo y Filemón El 35 aniversario (1992), birlándole las plumas a una cigüeña para hacerse un almohadón. Tras diez años de ausencia, en la historieta especial para el Super Humor 13, Rue del Percebe (2002) vemos que nuestro personaje ha progresado de chorizo callejero a formar parte del Consejo de Administración del Banco de Mindanao, Seychelles, Torugaria.

Ese mismo año aparece en El estrellato (2002), con motivo de la recuperación del personaje para La gran aventura de Mortadelo y Filemón, de Javier Fesser. Mientras que en la película el actor, Manuel Pizarro, no da el perfil físico del personaje, en el álbum resulta agradable verlo resucitar en plena forma, birlando desde calzoncillos y calcetines hasta cámaras y reflectores.

Así pues, estamos ante una criatura que combina la torpeza con la habilidad, un auténtico raterillo con ínfulas de grandeza profesional, enamorado de su oficio..en definitiva, otra muestra de la habilidad de Ibáñez para captar la jocosa esencia del pícaro hispano.

sábado, 22 de marzo de 2008

SEMANA SANTA



La presente viñeta ilustra la expulsión de los mercaderes del templo por parte de Jesucristo. Argüía el profeta de Nazaret que tales mercaderes habían mancillado la casa de su Padre, pues la habían convertido en un mercadillo donde circulaba el dinero, la ostentación, el lujo y la ganancia material, olvidando el recogimiento y los valores espirituales a que, inicialmente, se había destinado dicho lugar.


Estamos concluyendo ahora la Semana Santa: bullicio, devoción mal entendida, fetichismos, Vírgenes cubiertas de Oro, Cristos profusamente adornados, lujo, ostentación, gasto, fastos varios... Y mientras los representantes de la Religión de los Pobres se dedican a esto, medio mundo muere de hambre.


No es mi intención moralizar, y perdónenme los devotos confesos y folkloristas varios, pero no me cabe la menor duda de que si Jesús regresara, volvería a expulsar con una sonora patada a mercaderes, escribas y fariseos.


(Volviendo a los orígenes Mortadeleros, supongo que no les costará averiguar a qué álbum pertenece esta viñeta).

domingo, 16 de marzo de 2008

PREMIO A MORTADELO Y FILEMÓN (1969)

Aunque cuando le preguntan por los méritos y reconocimientos, Ibáñez siempre contesta que no tiene más diploma que el certificado de vacunación contra la viruela, esto no es del todo cierto. Es verdad que nuestro autor no ha obtenido todos los galardones que merece por su condición de icono cultural y de fenómeno sociológico (amén de los innumerables buenos ratos que nos ha hecho pasar), pero ya desde antaño sus personajes estrella han recabado una buena cantidad de premios que los distinguían como favoritos del público.

Un ejemplo de esto se recoge en Nº 111 de la II Época de Din Dan (marzo de 1970), ejemplar en el que se hace mención a la obtención por parte de Mortadelo y Filemón del título de Personajes más populares de humor de 1969, otorgado por el público. En las fotografías vemos a Ibáñez recibiendo el galardón de manos de Antonio Rueda Sánchez-Mala, gobernador civil de Valencia.




El hecho de que el premio haya sido concedido por los lectores demuestra que ya por aquella época, y antes de que el salto a la TIA se consolidara, Mortadelo y Filemón ya gozaban del favor incondicional de su público, destinatario último de la obra de Francisco Ibáñez. Un público que, al margen de opiniones de críticos y demás elitismos artísticos, nunca ha dado la espalda a los personajes ni al autor. Una prueba de ello es que si hoy en día, casi cuarenta años después, se hiciera una nueva encuesta acerca de los personajes de humor más populares, Mortadelo y Filemón volverían a ostentar este primer puesto. No surge un fenómeno así todos los días, no.

En la siguiente instantánea vemos junto a Ibáñez a Francisco Bruguera y al gerente administrativo de la editorial en Madrid, Juan Robles. La presencia del señor Bruguera vino motivada por que también la mítica revista Pulgarcito obtuvo ese año el ARO de ORO a la mejor revista juvenil española.



Como curiosidad, fueron galordanados en esa ceremonia personajes tan dispares como Manuel Santana, Raphael, Tony Leblanc y Manuel Benítez "el Cordobés".

domingo, 9 de marzo de 2008

EL CANDIDATO (1989)


A estas alturas del día 9 de marzo de 2008, suponemos que cada uno habrá votado ya a su candidato para las elecciones generales esas. Nosotros, por nuestra parte, planteamos una nueva opción a tener en cuenta a la hora de ir a las urnas: El superintendente Vicente, alias “El Candidato”.

El álbum El candidato data de 1989, en plena “época negra” de los personajes estrella de Ibáñez, lo cual repercute negativamente en varios aspectos de la historieta. Desde el punto de vista gráfico, la realización, sin ser mala, es bastante mejorable, aunque intenta imitar con pericia el estilo de Ibáñez. Tal vez sea en los disfraces de Mortadelo (el de báscula, en la página 3 o el de lío, en la 40) donde este apócrifo autor se quede a medias de forma más notoria. El hecho de que aparezca la firma de Ibáñez no es índice de autoría alguna, ya que se trata de una firma tampón que encontramos también en álbumes como Las tacillas volantes (1988), La maldición gitana (1989) o El ansia de poder (1989), entre otras obras de este periodo. Sin poder ahondar más, sólo apuntamos que el estilo de dibujo semeja en pequeños detalles al de Juan Carlos Ramis, como se apunta en nuestro tema anterior.

El argumento de esta historieta hubiera sido impensable en épocas anteriores de la serie, por cuestiones de censura, obviamente. Se aborda aquí el tema de las tretas que implica una campaña electoral sin profundizar en el tema y sin citar a políticos concretos (esto sería más propio de los álbumes posteriores a 1990), lo cual le otorga universalidad a la obra. Después de un prólogo breve pero efectivo, que abarca los procedimientos para conquistar el poder desde la prehistoria hasta las actuales repúblicas bananeras, pasamos a la historia propiamente dicha, en la que vemos que el Superintendente de la TIA aspira a convertirse en presidente del Gobierno de la nación. En este apartado, nos quedamos con la jocosa definición de “candidato” que acompaña al título de la historieta: “de ese (espécimen) con dos patas, dos brazos y dos toneladas de ganas de mandar, jorobar, fastidiar y llenar el talego” (pág. 2).

Descubrimos en esta aventura el ansia desmedida de poder del Superintendente Vicente, que pretende incluso llegar a la Presidencia del Gobierno. Así pues, abusa de su posición de cargo público para organizar una campaña sucia y sin escrúpulo alguno. Dado su afán de triunfar, deberíamos plantearnos por qué elige precisamente a Mortadelo y Filemón para ayudarlo en esta tarea. La historieta, pues, se basa en el clásico esquema brugueriano de “quedar bien”, y transcurre en su mayor parte en el interior de la TIA. Es una de esas “historietas interiores” que tanto abundan en este periodo: El inspector general, El gran sarao ( ambas de 1990), etc.





Como otras de esta época, la aventura está dividida en seis episodios de seis páginas y uno final de ocho. En el primer episodio, el Súper muestra ya sus malas artes a la hora de espiar a su principal rival, Marcelino Cascajo. Una serie de gags poco relevantes conducen hasta un final previsible y nada destacable. Subrayamos la recurrencia al gag del transplante, explotado en álbumes precedentes (Billy el Horrendo, 1983) y posteriores (El dopaje…¡Qué potaje!, 2006).

En el segundo episodio, Mortadelo y Filemón ayudarán al maquillador que arreglará al Súper para las fotos de campaña. Los malentendidos entre dicho maquillador y Mortadelo originarán inofensivos equívocos, para acabar rematando el capítulo con la aparente persecución del Súper en calzoncillos a la secretaria Ofelia, mientras ella grita “¡Que arde, que ardeee!”. Un gag simpático y eficaz que será la base de futuros álbumes como La prensa cardiovascular (1995) y volverá a aparecer, afectando de nuevo al Súper, en Impeachment (1999). A pesar de que la publicación de esa foto hubiera sido ya un motivo más que suficiente para fracasar, el Súper continúa su campaña mostrando su cinismo al besar infantes varios (uno de ellos un enano disfrazado que recuerda al de ¡A por el niño!, 1979) en el tercer episodio. Un paseo en coche que sirvió de inspiración para la portada del álbum culmina, tras desastres varios, visitando la Agrupación de expresidiarios detenidos por la TIA, por cierto, ninguno de ellos tienen nada que ver con los artífices de la Venganza cincuentona (2007).

En el cuarto episodio, el Súper y sus dos agentes visitan distintos pueblos en coche intentando ganar la partida al otro candidato, poniendo así de relieve la escasa honestidad política de nuestro protagonista, algo sobre lo que ironiza Mortadelo en la página 29. Una serie de gags que oscilan entre los del Correcaminos y el Coyote y Los autos locos entretienen al lector hasta llegar al final del episodio. En un quinto capítulo, el Súper teme un atentado de su rival (nótese también la calaña del contrario) y Mortadelo y Filemón intentan protegerlo. Por supuesto, la mala coordinación entre los agentes perjudicará notablemente a su protegido, como ya ocurrió en historietas como El preboste de Seguridad (1985) o historias cortas como El espía Matahariez.

El sexto episodio es, sin duda, uno de los más divertidos, gracias al recurso del equívoco. Jesús Dormida, el periodista, acude a la TIA a hacer un reportaje sobre el Súper, pero acaba confundiendo a la esposa del candidato con una gitana canastera, a sus compañeros de carrera con una piara de cerdos y a su padre con un presidiario. Por si no fuera bastante, las confusiones lo llevan a pensar que entre sus planes para el futuro está el atraco a un banco y que, además, es travesti. En conclusión, un capítulo que hará reír al lector sin prejuicio gracias a los equívocos creados.



El capítulo final tampoco está exento de comicidad. El paseo callejero de la cabeza gigante del Súper consigue la risa gracias al efecto cómico que produce dicho cabezón suelto por la ciudad, así como por los juegos de palabras que suscita. Malogrado por culpa de sus agentes, el Súper no puede pronunciar su discurso final y obtiene un único voto (el suyo) en las elecciones, de lo cual se deduce que ni los agentes de la TIA ni su propia familia han apostado por él.

Las entradillas de cada episodio giran en torno a Ofelia, con el siguiente esquema: Mortadelo la molesta primero, luego Filemón, después (opcionalmente) otro miembro de la TIA, como el Bacterio o la Irma y, finalmente, el Súper da la puntilla, llevándose la peor parte de las iras de su secretaria. Este recurso humorístico parte de la historieta Los gamberros (1978) y será repetido hasta la saciedad en obras como La crisis del golfo (1990) o La ruta del yerbajo (1993). Estas dos páginas iniciales al principio de cada apartado tienen poco que ver con la historia general y parecen más una forma de rellenar dos páginas en medio de un guion poco consistente, algo muy habitual durante estos años de la serie.

Además del aspecto gráfico, ya comentado, la obra no destaca tampoco desde el punto de vista del guion. No deja de ser notable la desaparición de Filemón, que, especialmente en los primeros episodios, apenas abre la boca, cediendo su protagonismo a su ayudante y al Súper. Los diálogos muestran un vano intento de acercarse a la juventud, que no sabemos si atribuir al Ibáñez de Chicha, Tato y Clodoveo o a otras manos ajenas al autor.

En conclusión, El candidato, aunque no alcance la categoría de sátira política (como El preboste de seguridad) por su superficialidad, se deja leer con cierta amenidad y supera, desde el punto de vista humorístico, a otras de este extraño periodo que va desde 1987 a 1990. Evidentemente, una realización gráfica más cuidada hubiera contribuido a mejorar también la factura final.


sábado, 1 de marzo de 2008

RAMIS...¿DIBUJANTE DE MORTADELO Y FILEMÓN?

La pista del presente tema hay que atribuírsela a Antonio Tausiet, quien, como cita Señor Ogro en el Foro de la TIA, descubrió la huella de Ramis en la historieta corta de Mortadelo y Filemón “El Mundial de fútbol Italia-90”, en una ilustración como la que adjuntaba Señor Ogro a modo de muestra.

Al ver la aportación de estos dos amigos, caí en la cuenta de que, efectivamente, era un Ramis clarísimo. O mejor, un Ramis imitando a Ibáñez. Mi sorpresa inicial se volvió franca curiosidad al recordar que el “negro” que había dibujado esa mini-historieta había sido también autor de múltiples aventuras largas de la época 87-90, como El candidato, Los sobrinetes, Las tacillas volantes, La maldición gitana, entre otras.

Ávido de información, me puse a examinar detenidamente esos álbumes de un estilo aceptable pero que no llegan a la maestría de Ibáñez, para descubrir, sorprendentemente, algunos rasgos de Juan Carlos Ramis en esos dibujos. No sería la primera vez que el autor de Estrellito Castro sustituye a Ibáñez, pues ya anteriormente habíamos encontrado páginas de 7, Rebolling Street con una clara filiación “Ramisiana”. Lo que sucede ahora, con Mortadelo y Filemón, es que el autor (sea quien sea, insistimos) se amolda de manera más fiel al trazo de Ibáñez.

Evidentemente, apenas son apreciables, ya que la persona encargada de dibujar esas historietas se plegó de forma notable al estilo de Ibáñez, pero sí notamos algunos rasgos propios del Ramis de aquel momento. Especialmente destacable es la mirada de Mortadelo y demás personajes, que recuerda en mucho a las del autor de Logroño. Lo mismo podemos decir del volumen que adquieren los personajes de Ibáñez en estas aventuras, con una plasticidad (sobre todo en las manos) que también nos remite al papá de Sporty. Planteamos aquí algunas miradas, figuras, narices y gestos que bien podrían ser producto de un Ramis imitando el estilo de Ibáñez (especialmente atentos a los del niño pequeño):






















Además de estos elementos discutibles, encontramos posturas típicas del más joven de nuestros autores, como es la siguiente posición de las manos, muy características de Ramis pero menos usual en Ibáñez. Pues bien, dicha postura aparece sobremanera en la época 1987-1990, concretamente en las historietas de que les hablamos.



Del mismo modo, la forma de sacar la lengua de los personajes de Ibáñez en este periodo parece obedecer más al estilo de Ramis que al del autor original. Como dato complementario, les invitamos a recordar algunos de los chistes de fondo de esta época basados en los juegos de palabras, que bien podrían englobarse en la ya conocida categoría del “chiste de la manzanilla”, característico de Juan Carlos Ramis.



En contra de la tesis que aquí solo apuntamos, encontramos varios argumentos. En primer lugar, ni Julia Galán ni el propio Ramis, con los que Miguel Fernández Soto trabajó para recabar datos para la elaboración de su obra maestra, mencionaron al autor de El mundo de Mortadelo y Filemón nada al respecto, a pesar de que sí le desvelaron otras intimidades de empresa.

Además de esto, parece poco probable que Ramis entregara semanalmente, además de sus páginas de Sporty y Alfalfo Romeo, las seis páginas correspondientes a la serie estrella de Ibáñez. A esto hay que sumarle que, aunque Ramis “empezaba” por aquella época, tenía ya el suficiente prestigio como para colaborar como “autor no acreditado” en aquellas páginas que llevaban la firma de Ibáñez (firma-tampón, pero firma al fin y al cabo).

Lo que sí parece claro es que, o bien Ramis o bien un autor de filiación artística muy similar tuvo una participación más que notable en la producción de Mortadelo durante los años que van de 1987 a 1990, yendo más allá del mero entintado. Conviene recordar, por último, que todavía hoy, Ediciones B suele recurrir a este autor o a Joaquín Cera para la elaboración de materiales relacionados con las criaturas de Ibáñez (Guías para la vida, etc.)




Que cada uno saque conclusiones. Sobre la época más desconcertante de la producción ibañezca ¿Sabremos alguna vez la verdad de este controvertido periodo de la historia de nuestros personajes?