sábado, 29 de septiembre de 2007

LOS MEJORES ÁLBUMES DE MORTADELO Y FILEMÓN

Que la trayectoria de Ibáñez ya era una de las más brillantes del panorama tebeístico español para la fecha de 1969 es una realidad incuestionable. Sin embargo, no podemos negar que fueron los álbumes de 44 páginas los que permitieron al autor despegar totalmente, alcanzando unas cotas de popularidad inusitadas hasta el momento en nuestro ámbito editorial. Con El Sulfato atómico la modestita “Agencia de Información” va quedando atrás y se configura la imagen de los personajes que todos conocemos hoy. Los álbumes de Ibáñez son importantes no sólo porque en ellos se despliegan algunos de los mejores y más característicos recursos humorísticos del autor, sino porque se convierten en puntos de referencia para los aficionados, al ser más fácilmente clasificables y, por ende, localizables, que las infinitas y dispersas historietas cortas.




Para destacar la importancia de los álbumes de Ibáñez, aportamos los resultados de una encuesta en la que se ha preguntado a 32 personas por sus cinco álbumes favoritos de Mortadelo y Filemón. Entre nuestros encuestados encontramos desde sesudos eruditos ibañezcos hasta lectores de la infancia que han tenido que hacer un verdadero esfuerzo por recordar aquellas historietas que los impactaron especialmente o que, por razones desconocidas, han pervivido en su memoria más que las demás. La mayoría de ellos, conocedores o no del universo de Ibáñez, me han participado la dificultad de elegir tan sólo cinco álbumes en una producción de más de 180 (gracias, no obstante, por colaborar) y muchos no han negado que los criterios que han entrado en juego no son especialmente rigurosos, pues el factor sentimental y los recuerdos de infancia ejercen una notable influencia. Por ello, no queremos decir que los álbumes escogidos sean los mejores; son, únicamente, los más votados. Eso sí, la enorme producción de Ibáñez otorga mayor mérito a los elegidos en medio de la ya citada dispersión, de ahí que se hayan recogido en nuestra lista, por ejemplo, álbumes con tan sólo tres votos.



Después de horas de cuentos y recuentos, éstos son los resultados obtenidos, tras los cuales aportaremos una conclusión:


EL SULFATO ATÓMICO…………………………………….16 votos
VALOR…¡Y AL TORO!................................................11 votos
CONTRA EL GANG DEL CHICHARRÓN………………8 votos
CHAPEAU EL “ESMIRRIAU”……………………………...7 votos
EL 35 ANIVERSARIO……………………………………..….7 votos
EL QUINTO CENTENARIO……………………….………6 votos
EL CASO DEL BACALAO………………………………….. 4 votos
LA CAJA DE LOS DIEZ CERROJOS…………………... 4 votos
LOS INVASORES……………………………………………...4 votos
EL CACAO ESPACIAL…………………………………..…...4 votos
BARCELONA 92……………………………………………..…4 votos
MAGÍN EL MAGO…………………………………..………...3 votos
EL BALÓN CATASTRÓFICO……………….……………...3 votos
HAY UN TRAIDOR EN LA TIA…………………………...3 votos
EL BACILÓN……………………………………………………..3 votos
LOS ÁNGELES 84…………………………………….………..3 votos
EL COCHECITO, LERÉ……………………...……………….3 votos
SU VIDA PRIVADA……………………………....…………...3 votos
LA VUELTA……………………………………………………....3 votos
COMENTARIO A LA ENCUESTA:


Como se puede apreciar en los resultados de la encuesta, los lectores habituales de Mortadelo y Filemón suelen ser unos clásicos en cuanto a gustos se refiere. En la presente clasificación, podría decirse que han primado criterios gráficos, pues no es casualidad que estén a la cabeza los dos álbumes mejor dibujados de Ibáñez: El Sulfato atómico (votado por uno de cada dos lectores) y Valor…¡y al toro! , lo cual demuestra que el público (incluso el menos iniciado en el cómic) valora mucho la calidad del dibujo de las historietas, en contra de lo que el mismo Ibáñez postula frecuentemente. Mucho más estándar resulta Contra el gang del Chicharrón, así como Chapeau el “Esmirriau”, este último empatado a puntos con El 35 aniversario.


No seguiremos citando títulos cuya ordenación puede ver cualquier lector de este tema, pero consideramos interesante hacer algunas aclaraciones. Esperable resultaba que El Sulfato atómico se llevara la palma, pues además de su impecable grafismo y la agilidad de su guión, es la historieta que nos presenta a Mortadelo y Filemón tal y como los conocemos en la actualidad: reconvertidos en agentes secretos de la TIA, al servicio del Súper y soportando las consecuencias de los inventos del Bacterio. Si bien es cierto que en los resultados de la encuesta se percibe una cierta predilección por los álbumes realizados entre 1969 y 1972, la lectura pormenorizada de las votaciones individuales muestra que los gustos del público se diversifican a la hora de citar obras de esta esplendorosa década. Lo mismo ocurre con la primera mitad de los años ochenta, “edad de plata” de la serie, algunos de cuyos títulos míticos han conseguido instalarse en este honroso ranking. Curiosamente, tanto los lectores más avezados como los menos expertos han rechazado, salvo alguna excepción, la etapa “dudosa”, que abarca la segunda mitad de los ochenta.



En cuanto a los años noventa, si bien es cierto que algunos de sus títulos se han alzado hasta las primeras categorías de la clasificación, la lectura atenta de las votaciones individuales demuestra que esta década debe su gloria a unos álbumes limitados en número que salvan la “honrilla” de todo el decenio. Es curioso que todos estos álbumes puedan ser catalogados como “especiales”. Así, El 35 aniversario es una afortunada autobiografía de Ibáñez y El Quinto Centenario nos lleva a presenciar el descubrimiento de América con un guion y un dibujo que deslumbran a partes iguales. A esto hay que sumarle los cameos de Barcelona 92, los íntimos y trascendentales detalles de Su vida privada o la original ambientación ciclista de La Vuelta. La predilección del público por estos álbumes demuestra que, a pesar de la rutina creadora de la que habitualmente se acusa a Ibáñez en los últimos años, los lectores siguen valorando los esfuerzos creativos del autor, cuando este decide regalarles una historieta más cuidada que la media. Por último, diremos que los álbumes posteriores al año 2000 no aparecen en el listado de favoritos y a duras penas se dejan ver en las votaciones individuales, de forma meramente testimonial.




domingo, 23 de septiembre de 2007

SOLUCIONES HABITACIONALES, por PABLO VICENTE DAMAS

Fieles a la cita semanal, presentamos hoy un magnífico artículo de Pablo Vicente Damas (Pablo, en el Foro de la TIA) sobre las distintas casas, sedes o ubicaciones que nuestros agentes favoritos han conocido a lo largo de su vida de papel. Disfrútenlo:

Aunque Mortadelo y Filemón (and company, of course) hayan investigado recientemente el tema de la especulación inmobiliaria (rásquese el bolsillo y compruébelo en El Señor de los Ladrillos), lo cierto es que a este dúo dinámico este tema no le toca ni de lejos. Los tipos de los que hablo han estado en bases de operaciones que ya quisieran para sí los Vengadores esos. Y no sólo eso, sino que se han permitido redecorar estos tugurios después de muchos y continuos robos, inundaciones, incendios, explosiones…

En sus humildes comienzos (finales de los 50) la agencia de información de Mortadelo y Filemón se situó en un pequeño chalet tan cercano de la ciudad como del campo, con jardincito propio que Mortadelo cuidaba (¡qué lujazo!). Una chabolita, por cierto, en mal estado, y que pensaron sustituir por otra en primera línea de playa, pero la cercanía al nivel del mar y la subida de la marea provocaron una inundación que complicó la compra (el contrato quedó empapado, lo que según el Código Civil invalida la transacción, ¡cachis!… ¡Que nooo! Léelo y ya lo ves.)

A mediados de los 60 la agencia se traslada al núcleo de una gran ciudad (que los expertos en este complejo asunto sitúan en Barcelona.) El sitio en cuestión era un pisito que hacía las veces tanto de casita hogareña como de oficinita de información. Sin embargo, parece ser que la manía de Mortadelo por construir cohetes siderales y una inexplicable explosión de plutonio cercana provocaron que buscasen trabajo en una agencia de espionaje, contraespionaje y recontraespionaje de más relumbrón.

Después de buscar trabajo en los anuncios clasificados, esta parejita consiguió ingresar, cuando los 60 estaban acabando, en la T.I.A. (Técnicos en Investigación Aeroterráquea), que consistía en un despacho emplazado bajo tierra para el Superintendente Vicente (el presupuesto gubernamental no daba para más.) Las entradas eran de lo más variopinto: estatuas, farolas, casetas de obras, accesos en el Polo y un posterior pasillo subterráneo de regreso… Ya luego, sí, a mediados de los 70 consiguieron trasladar la agencia a un gran rascacielos, en el que, extrañamente (recordemos que esto es una agencia secreta) les dio por colgar en la parte más vistosa del edificio un cartel con el nombre de la organización, posiblemente por razones de merchandising.

La distribución del edificio es ejemplar, sin ninguna duda: despachos para los jefes, oficinas para los agentes y secretarias, el laboratorio del eminente Profesor Bacterio, las salas de recreo y, por último, esos largos, eternos, infinitos, extensos, interminables, inacabables, (etc) pasillos, donde todo agente habla, huelga y se hacina. Sin embargo esta mejora progresiva de presupuesto inmobiliario no evita que el edificio se venga abajo en incontables ocasiones: si no es la bomba H de turno, es que los gorgoritos del quinteto principal provocan unas reverberaciones de derrúmbate y no te menees, y si no, pues un pote de elasticina convierte el edificio en goma. Aquél que se pregunte que a dónde van sus impuestos, que se enorgullezca en saber que gracias a él nuestra reconocida agencia de espionaje nacional, internacional y provincial, la T.I.A., puede volver a reconstruirse (para luego volver a destruirse masoquistamente, nada es perfecto.)



Recientemente (en el año 98, amantes de los datos), se desveló que Filemón y Mortadelo (quería escribirlo al revés por una vez) viven desde hace tiempo en la pensión “El Calvario”, 4º 1ª, una pensión con todos los lujos posibles. No recuerdo haber leído ninguno de ellos, pero eso no quiere decir necesariamente nada.

No me perdonaría nunca terminar este artículo sin mencionar que el edificio de la T.I.A. de la reciente adaptación al cine de las peripecias de Mortadelo y Filemón es el Colegio Mayor Jaime del Amo en Madrid (¡gracias a Unown por el dato!). Si lo piensas un rato (hazlo mientras lees, no después), en los tebeos de Mortadelo los edificios en donde viven es el único aspecto que cambia progresivamente. La estética de los personajes sólo cambió bruscamente al comienzo de sus aventuras, y los secundarios sobre todo a finales de los 60 con lo de la T.I.A., pero las agencias cambiaban continuamente. Y precisamente es una de las cosas en las que menos se fija la gente.





Artículo escrito por Pablo Vicente Damas

sábado, 15 de septiembre de 2007

EL PREBOSTE DE SEGURIDAD


La presente historieta fue una de las últimas del autor en Bruguera, por lo que podemos fijar su fecha de publicación en 1985. Por esta época, las relaciones de Ibáñez con el gigante editorial estaban ya muy deterioradas (no se haría esperar mucho su marcha a Grijalbo), circunstancia que puede haber influido en el álbum. Así, El preboste de seguridad presenta una característica única: es una historia de 45 páginas, en lugar de las 44 tradicionales. Curiosamente, a partir de la página 24, el transcurso de la historieta se interrumpe con una página extra (que haría el número 25 aunque la serialización empezó desde el 1) que ostenta el título de “Los Mandaos”.

En realidad, se trata de una plancha redundante y totalmente prescindible, pues en ella se vuelve a encomendar a los agentes de la T.I.A. la misma misión que se les encarga al comienzo del álbum: ponerse a completa disposición del preboste de seguridad para ayudarle a acabar con la delincuencia. Miguel Fernández Soto, en su libro, plantea la posibilidad de que esta innecesaria división tenga que ver con la irregularidad de la publicación de la historieta, aunque no tenemos pruebas fehacientes al respecto. Dadas las fechas en que nos movemos, no podemos descartar que dicha irregularidad estuviera relacionada con las tensiones internas entre el dibujante y la editorial. No obstante, Ibáñez, consciente del carácter prescindible de esta página “adicional”, la diseñó de forma que no tuviera continuidad con la inmediatamente posterior, para que no estorbara la lectura final de la obra en caso de que se suprimiera. Las ediciones actuales conservan esta rareza, de manera que el cuarto episodio de esta aventura tiene dos “entradillas” y nueve páginas.

El argumento, ya expuesto, no reviste ninguna complejidad: el Súper envía a Mortadelo y Filemón para que se pongan a merced del preboste de seguridad, dado el alto índice de criminalidad del país. Por tanto, el Superintendente de la T.I.A. desaparece parcialmente del mapa y su rol será ocupado por el susodicho preboste, que encargará a Mortadelo y Filemón las misiones más diversas. Para exponerlas, resulta conveniente plantear la estructura del álbum. Como es común en esta época, la división inicial sería la de 4 capítulos de ocho páginas cada uno y 2 de seis (no incidiremos en el tema de la página “extra”).

El primer capítulo es, como de costumbre, una primera toma de contacto con la misión. Aquí se producen los primeros descalabros entre el preboste de seguridad y nuestros agentes, anticipando la suerte que el diminuto personaje correrá durante el transcurso de la historieta. En el segundo episodio, el preboste encarga a los agentes que se introduzcan en la guarida de Salustio “El Metralla”, un peligroso delincuente, para buscar pruebas que lo conduzcan a prisión. La idea de los agentes de la T.I.A. infiltrados entre el enemigo para desbaratar sus planes ya ha sido desarrollada en álbumes enteros, como Objetivo: eliminar al “Rana” (1976) o Billy el “Horrendo”. En esta ocasión nos encontramos con la originalidad de que únicamente es Mortadelo el que se adentra en la guarida del malhechor, lo cual no será óbice para que Filemón continúe siendo la víctima de todo lo malo que ocurra en el episodio.

En el tercer capítulo, Mortadelo y Filemón serán los encargados de garantizar la seguridad del preboste durante una conferencia de prensa. La calidad humorística de este episodio es tal que merece un comentario aparte. En nuestra opinión, tanto éste como el siguiente capítulo constituyen el punto álgido del álbum. Este cuarto episodio sigue aparentemente un esquema más tradicional: el preboste manda a los agentes a detener al traficante Rocky Boñigo. Sin embargo, frente a lo que podría ser el clásico capitulillo de “persecución del caco”, lo que cobra aquí importancia son unos pitillos que disparan dardos que provocan un tembleque descomunal en quienes los reciben. Aunque no se indica la procedencia de este invento (extrañaría que fuera del Bacterio, pues los agentes lo prueban voluntariamente), no cabe duda de que da pie a unos excelentes gags que dotan de más movimiento, si cabe, a las páginas de Ibáñez.

El desarrollo de los dos últimos episodios es más convencional. En el quinto, tienen que encargarse de que el encuentro entre el preboste y el subsecretario de presidencia de los Estados Juntitos sea un éxito. Se combinan aquí los gags relacionados con el “quedar bien” delante de alguien importante (servirle la sopa, ofrecerle el abrigo) con los que tienen que ver con la protección de alguna personalidad, quedando poco definido el proyecto del autor. Menos inspirado resulta el capítulo final, en el que Mortadelo y Filemón diseñan una serie de trampas contra los posibles espías que puedan perjudicar al preboste. El resultado es predecible: la falta de coordinación de los agentes hará que el remedio sea peor que la enfermedad, por lo que el personajillo que da título al álbum acabará en un triturador de basuras. Con esto, las aspiraciones políticas del preboste quedan frustradas definitivamente.






A pesar de este final algo precipitado, el nivel de la historia es bastante alto, tanto en el guión como en el dibujo. En este aspecto, destacamos el mejor acabado de las tintas a partir de la página 25. Desde el punto de vista de los gags, encontramos en El preboste de seguridad grandes dosis de diversión. Desde el delirante juicio inicial (con recursos que serán utilizados en El jurado popular [1995]), la avalancha de carcajadas está garantizada. La infiltración de Mortadelo en la guarida de los delincuentes brinda grandes momentos, al igual que los cigarrillos- dardos. Sin embargo, el capítulo estrella del álbum será el tercero: la conferencia de prensa del preboste, involuntariamente saboteada por la actuación de los agentes.

Las “verdades” políticas lanzadas por el preboste desde su podio se verán desmanteladas por la desafortunada aparición de Mortadelo y Filemón en el momento más inadecuado. Así, por ejemplo, cuando el preboste garantiza una mayor seguridad penitenciaria, Mortadelo aparece recorriendo el estrado vestido de carcelario “a la fuga”. El desbarajuste creado por los agentes en la cabina de proyección hace que las cintas preparadas para el discurso del preboste se mezclen con las del preboste de agricultura, de forma que las imágenes del almuerzo “con los altos dignatarios de las Naciones Unidas” que anuncia el político corresponden a la de una piara de cerdos remojando el hocico en el fango.

Aunque el planteamiento de este episodio no sea del todo novedoso (hay una historieta corta de los setenta con un esquema parecido), no cabe duda de que nos encontramos aquí ante uno de los recursos humorísticos más afortunados de la carrera de Ibáñez (curiosamente, no demasiado utilizado). Las carcajadas de los asistentes a la rueda de prensa contagian al lector (de forma mucho más sutil que las risas “enlatadas” de las series de TV) y refuerzan la humillación del protagonista. Dichos asistentes son, como nosotros, meros espectadores de lo que está ocurriendo en el escenario y comparten con el lector el placer de ver ridiculizado al minúsculo preboste.

A través de estas escenas aparentemente inocuas, Ibáñez expone su escéptica consideración del mundo de la política, cuyas mentiras quedan en evidencia ante el más mínimo contraste con la realidad. Dicho esto, no cabe duda de que una de las mejores maneras de reflejar la realidad es a través del prisma del humor, que desmorona falacias políticas con una inocencia sólo comparable a la inconsciencia de nuestros personajes en esta escena.

En general, el mundo de la política sale muy mal parado en este álbum. El mismo preboste es un personajillo pretencioso cuyas intenciones no son claras, pues lo que lo mueve a actuar no es la seguridad de los ciudadanos, sino su ambición de llegar a la presidencia. Desde su primera aparición en el 37º Congreso Anual del S.A.P.O (Sarao Arrabalero Popular Obrero), claro trasunto del PSOE (incluso en el símbolo), aparece como un ser miserable que falsea datos ante la prensa mientras fuma y bebe puros con sus colegas, eso sí, todo “por cuenta de la casa” (página 3). Incluso se le compara con el deleznable Iznogud, una de las estrellas del cómic franco-belga, con guiones de Goscinny y textos de Tabary. La famosa frase del intrigante visir “Quiero ser califa en lugar del califa” es parodiada aquí en boca del preboste, que anhela ser “presidente en lugar del presidente” ante la atónita mirada de Dilath Larath, el subordinado de Iznogud (pág. 3). No es frecuente en la producción de Ibáñez incluir personajes del cómic europeo contemporáneo, de ahí la singularidad de esta aparición.

Por su parte, el secretario del preboste no es más agradable y sirve de hilo conductor en las “entradillas” de los episodios, en las que siempre queda maltrecho a la hora de convocar a Mortadelo y Filemón. Esta figura del subalterno desagradable y mezquino, poderoso pero inferior a otro mandamás con más poder que él, es especialmente maltratada en la obra de Ibáñez (véase el delegado Pirindólez de Los Ángeles 84 [1984] o el mismo “Dire” de Sacarino).

La caracterización del mundo de la política que Ibáñez hace en este álbum hay que contextualizarla en su momento histórico. Después de la Transición y de la monumental victoria electoral del PSOE en las elecciones de 1982, se pasó progresivamente de la ilusión post-dictatorial al desengaño. La lúcida y escéptica mirada que se lanza sobre el mundillo político en este álbum es un fiel reflejo del estado anímico del país. Tras muchos años de dictadura, Ibáñez puede ahora reflejar la inseguridad ciudadana, como hace en la monumental primera viñeta de la página 2 (remedo mejorado de una parecida del álbum La gente de Vicente [1979]).También se refleja la ineficacia del poder judicial (página 1), la prensa crispante y agresiva (el periódico de la página 16) e incluso la falta de honestidad de un alto mandatario como es el propio Superintendente de la T.IA., que manda a proteger al preboste a sus dos peores agentes porque él pertenece a otro partido político: la R.A.N.A (Rugido Apocalíptico Nuclear Apabullante).

Vemos, pues, que en este álbum se empieza a plasmar la desgarradora y cínica visión que Ibáñez tiene de la política, algo que será el hilo conducto de su obra a partir de la década de los 90. Sin embargo, todavía en esta historieta los referentes reales, aunque fácilmente reconocibles, no son obvios. No se cae en la caricatura fácil del político del momento, sino que se crea en este pequeño preboste un arquetipo válido para cualquier época y país. Si bien es cierto que las referencias explícitas a la política inmediata han garantizado la comercialidad de la obra de Ibáñez en los últimos quince años, hace tiempo que nos hemos distanciado parcialmente de la elegancia y universalidad de esa maravillosa sátira que es El preboste de seguridad.

sábado, 8 de septiembre de 2007

EL BOTONES SACARINO: HUMOR A TRES BANDAS


A la hora de hablar de las diferentes series de Ibáñez, resulta interesante encontrar la nota de originalidad que aporta cada una de ellas. En el caso del Botones Sacarino (1963) partimos de una base débil en ese sentido. Como el mismo autor ha reconocido en alguna ocasión, este personaje fue creado a instancias de Rafael González, su “dire” de turno, que intentaba imitar la línea de dibujo de la escuela franco-belga. El modelo elegido por Ibáñez fue su admirado Franquin, del que tomó el rostro de su personaje Gastón el Gafe y algunos rasgos de la vestimenta de Spirou.

En un principio, la serie, aunque con situaciones deudoras de Franquin, seguía un esquema no demasiado distinto al de otras series del Ibáñez: un empleado (el Botones) cuya incompetencia e inconsciencia perjudican a un superior (el “Presi”). Sin embargo, el clásico esquema dual se romperá unos años después con la incorporación de un nuevo personaje: el Director, subordinado al Presidente y con autoridad sobre el Botones y el resto de ocasionales secundarios. El “Dire” está, pues, situado jerárquicamente en medio de los dos antiguos polos de la serie.

A partir de ahora, aunque Sacarino seguirá siendo el responsable de las desgracias del Presidente, será el Director el que, a ojos de este último, aparezca como culpable. Vemos, pues, que el típico esquema dual de las series de Ibáñez (Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio, Godofredo y Pascualino, El Doctor Esparadrapo y su ayudante Gazapo) se enriquece con un tercer elemento. Ésta es una de las cualidades distintivas de la serie, que da pie a situaciones realmente divertidas. Si al público suelen gustarle los “castigos” que el jefe de turno aplica a su empleado a causa de su torpeza, la hilaridad aumenta cuando sabemos, como en este caso, que dicho empleado es totalmente inocente. Esta injusticia podría haber provocado un rechazo en los lectores, pero la mezquindad con la que Ibáñez caracteriza al Director (basado moral y, en un principio, físicamente en el propio Rafael González) impide cualquier tipo de compasión hacia él.


Con la incorporación de este último personaje, Sacarino y el “Presi” ya no interactúan, permaneciendo el “Dire” como nexo entre los dos (por lo que podríamos decir que es el auténtico protagonista de estas historietas). A partir de ahora, Sacarino se limitará a aparecer en las primeras viñetas para incorporar un elemento que disturbe la paz de la oficina (un pulpo, un avión de juguete o un bote de pintura) y volverá a salir a escena para cambiar dicho objeto de sitio, dando pie al nuevo gag que estará protagonizado por el “Dire” y el “Presi”. De esta forma, Ibáñez deja en un segundo plano a un personaje parcialmente “impuesto” por la editorial para permitir que sean sus dos superiores los que “se luzcan”, ya con un desarrollo de la historieta totalmente ibañezco (si bien es cierto que también en la serie belga Fantasio quedaba mal eternamente ante De Mesmaeker, pero con un esquema más sutil y sin que entre ambos personajes apareciera la relación de jefe-subordinado clásica en el universo de Ibáñez).

Podemos decir, pues, que la incorporación del Director a la serie supone una afirmación de la personalidad artística de Ibáñez, que sabe escapar de las imposiciones editoriales dotando a todas sus creaciones de un toque personal, único e intransferible. En este caso concreto, la carambola humorística que supone el choque a tres bandas entre Sacarino, Director y Presidente da pie a toneladas de páginas deliciosas que figuran, sin duda, entre lo mejor de la producción humorística de nuestro autor.

sábado, 1 de septiembre de 2007

ALGUNOS APUNTES SOBRE LA MÁQUINA DEL CAMBIAZO, por ÓSCAR +AB

Y hoy le toca el turno a la Máquina del Cambiazo, no como álbum, sino como invento, de la mano de Óscar +AB, compañero del Foro de la TIA. Éste es el breve e interesante artículo que, en su día, escribió sobre uno de los inventos más famosos del Profesor Bacterio. Con él les dejo:


Cuando pensamos en inventos del profesor Bacterio no podemos evitar crear una larga lista de ellos: el sulfato atómico, la tergiversicina, la elasticina, la chiclemicina, el transformador metabólico ... Sin embargo, el más común y utilizado en la obra de Ibáñez ha sido la máquina del cambiazo. Nunca ningún otro invento había sido plasmado en más de un álbum. Y no estamos hablando de 2 o 3 obras, no: en hasta cuatro aventuras tienen que utilizar nuestros intrépidos agentes susodicho invento. Y no es para menos.





Empezaremos describiendo el invento para todo/as aquello/as que no lo conozcáis. La máquina consiste en una caja de hierro del tamaño de una persona que, introduciendo unas coordenadas, permite intercambiar al individuo que se halle en su interior con otro que se encuentre en cualquier parte del mundo. A lo largo de la historia este invento se ha ido perfeccionando con pequeñas mejoras, pero el objetivo siempre ha sido el mismo: intercambiar cosas. Y es que a Ibáñez siempre le han inquietado los cambiazos: famosos son los que da Mortadelo a sus enemigos para conseguir planos secretos y otras cosas. Incluso nuestros agentes han sido víctima de cambiazos por parte de bandidos y otros malhechores. Así que no es de extrañar el amor que nuestro pintamonas siente por este invento.



La máquina del cambiazo tuvo el privilegio de ser el segundo invento creado en manos de nuestro inventor barbudo. Este detalle lo podemos observar leyendo la novena viñeta de la primera página de La máquina del cambiazo: podemos observar que Filemón se extraña de probar un nuevo invento de Bacterio, como si fuese algo novedoso, desconoce su destino, ¡ni siquiera huye como de costumbre! No será hasta pasado unas páginas cuando empezarán a huir, conociendo su desgracia. De hecho, Mortadelo hace un chiste (en la misma viñeta) aludiendo al sulfato atómico. Observando las primeras páginas de esta aventura podemos observar que el estilo de los dibujos muestra que se trata de las primeras aventuras largas de Mortadelo y Filemón. Pero eso no es del todo cierto. La obra en un principio fue pensada para hacer un simple cómic de 8 páginas, como La chiclemicina o El caso de la patata. Es por eso que detienen al primer caco en el primer episodio. Fue más adelante cuando decidieron hacer una historia de 3 capítulos de 8 páginas sobre la captura de Jack "Tortazo" y, más adelante, otra de 20 páginas, siendo la más sosa de las tres.






No obstante, fue tal la fama de esa primera aventura de la máquina del cambiazo que los famosos Estudios Vara (conocidos como los creadores de los primeros dibujos animados de Mortadelo y Filemón) decidieron hacer una adaptación libre de esta aventura en su famosa obra "El armario del tiempo". Ese film fue el más largo que hicieron de Mortadelo y Filemón, ya que hasta entonces Estudios Vara solo hizo historias cortas con guión de cosecha propia pero con adaptaciones de historias cortas de aventuras de 2 páginas, reunidas en los famosos Festivales de Mortadelo y Filemón 1 y 2. En El armario del tiempo se substituyó el papel de Bacterio por el de un hipotético primo bigotudo y enano de Filemón, y se crearon personajes como el de la abuela vecina que intervienen con importancia también en la aventura.



La fiebre por este invento no cesó, e Ibáñez no quiso que la máquina saliese sólo en una obra. Por lo que decidió hacer 3 cómics más sobre dicho artefacto. El primero fue una breve y poco famosa historia de 8 páginas titulado El cacharro del tiempo (que podéis encontrar en el OLÉ Mortadelo nº35 El caso del señor Probeta). Aquí el invento recibe su primera mejora y permite a sus usuarios viajar al pasado (en este caso, para recuperar un presunto tesoro familiar del super que fue injustamente robado). Más tarde, la máquina del cambiazo vuelve a aparecer en una de las mejores aventuras de nuestros agentes secretos: El quinto centenario. Allí resulta haber una máquina del cambiazo capaz de trasladar a sus ocupantes al futuro, para así poder ver qué ocurrirá de aquí a 500 años. Pero el destino quiso que Mortadelo y Filemón viajaran 500 años al pasado y tuviesen que vivir una aventura con Cristóbal Colón. La cuarta y última aparición de la máquina del cambiazo fue en uno de los remakes que Ibáñez creó en 1998, en el álbum ¡La maldita maquinita!







El argumento es igual que el del primer álbum: a base de cambiazos en el presente deben hacerse con un gángster. No es de extrañar, ya que en 1998 Ibáñez hizo bastantes historietas reversionadas de obras que ya había creado en un pasado: vemos que El óscar del moro es reversión de Los inventos del profesor Bacterio; El espeluznante doctor Bíchez, del cómic El caso del Sr. Probeta; La M.I.E.R., lo es de Cacao Espacial; e incluso hay quien dice que El Tirano lo es de Objetivo: eliminar al rana, por aquello de infiltrarse en el enemigo para poderle destruir.

En definitiva: si todavía no has leído nada sobre la máquina del cambiazo, ¡ya estás tardando! En uno de los clásicos más míticos de nuestros intrépidos agentes especiales.
Artículo escrito por Óscar +AB