sábado, 1 de febrero de 2014

LOS DIAMANTES DE LA GRAN DUQUESA (1972)



Los diamantes de la Gran Duquesa (1972) fue publicada en la revista Mortadelo en los números comprendidos entre los números 87 y 97 (ambos inclusive). Se trata de un episodio clásico de principios de los setenta, un “Mortadelo típico”, el que bien le podríamos ofrecer a cualquiera que desconociera la serie, para que se hiciera una idea sobre la misma. Por su esquema de buscar “diez objetos en diez sitios distintos”, se puede decir que sigue la estela de La caja de diez cerrojos (1971), pero al estar desprovista la historia del exotismo de los viajes, se puede encontrar mayor relación con historietas más “urbanas”, como A la cazadel cuadro (1972), Operación ¡bomba! (1972) y los futuros El plano deAli-Gusa-No (1974) y El
caso del calcetín (1976).

            El dibujo, como corresponde a esta etapa, se caracteriza porque los personajes parecen algo achaparrados y menos estilizados de lo que estarían años después, con unas manos algo grandes, seguramente por la influencia del entintador y encargado de acabar el lápiz de Ibáñez en aquel momento, Martínez Osete.  La historia se articula en once capítulos de cuatro páginas cada uno.

            En el primero de ellos, observamos gracias a un narrador en tercera persona que nuestros agentes aparecen ya metidos en faena, sin que se vea cómo el Súper les asigna la misión. ¿En qué consiste la misma? En custodiar los diamantes de la Gran Duquesa Tatialagüeña, personaje que a pesar de figurar en el título del álbum, solo aparece físicamente en una notable primera viñeta en la que la vemos desfilar con todo su séquito. Es una lástima que el personaje no se deje ver más, dado el acertado diseño con que Ibáñez la ha caracterizado. Desconocemos la procedencia de esta noble señora, aunque por el diseño de los cascos de algunos de sus acompañantes, bien podría emparentarse con la nobleza prusiana.

            Como no podía ser de otra forma, los diamantes peligran al estar guardados en un maletín diseñado por Mortadelo, quien de esta forma recuerda su etapa de inventor en la época de Agencia de Información. Una vez perdidos los diamantes, esta especie de prólogo se completa con una serie de cambiazos en los que destacan un par de disfraces de Mortadelo: el de Discóbolo y el de fantasma, que le confiere la propiedad de atravesar las paredes. Finalmente, la incompetencia de la pareja (porque Filemón no se queda corto), hace que los diamantes sean robados.

            En el segundo capítulo, Mortadelo hace una mítica entrada disfrazado de “camelo” y Filemón le expone la misión, tras una tensa entrevista con el Súper. Vicente “el Urraco” ha robado los diamantes de la Gran Duquesa y los ha ocultado en diez sitios distintos, que nuestros hombres deberán visitar en busca de los preciados objetos. Este planteamiento ofrece algunas dudas: ¿por qué el villano decidió esconder los diamantes en lugar de venderlos?, y por otra parte, ¿por qué el Súper encarga a Mordelo y Filemón que los recuperen de forma lineal, en lugar de mandar a diez agentes simultáneamente? Respecto al apelativo del ladrón, no deja de ser significativo que se llame “el Urraco”, ya que es conocida la atracción que los objetos brillantes, como los diamantes, ejercen en animales como las urracas. Esto nos lleva a recordar el papel que desempeña la urraca en una aventura de Tintín que, ya desde el título, presenta similitudes con Los diamantes de la Gran Duquesa. Se trata de Las joyas de la Castafiore (1962), aunque los caminos que siguen las obras de Hergé y de Ibáñez son tan dispares que es absurdo hablar de influencia. El primer destino de nuestros agentes será una comunidad de vecinos, en la que destaca una trifulca entre dos “marujas”. Una vez rescatado el diamante, por casualidad, la imprudencia de Mortadelo lleva a hacer que el Súper acabe tragándoselo.

            El tercer episodio sentará las bases de las entradillas típicas de este álbum, marcadas por los conflictos con el Súper. Esto ocurrirá también en álbumes como La perra de las galaxias (1988), donde incluso se encuentran chistes parecidos al que abre este capítulo. No obstante, en las páginas que nos ocupan encontramos una contradicción en la que no sabemos si habrán reparado nuestros lectores. El chiste que se plantea es el siguiente: Mortadelo, teléfono en mano, le dice a su jefe que ha llamado el Súper. Filemón le pregunta que si tiene el teléfono bien tapado y, una vez asegurado, insulta al Superintendente. Sin embargo, resulta que Mortadelo estaba realmente hablando con su tía por teléfono, mientras que el Súper se había personado en la residencia de los agentes. Obviamente, la situación se salda con una paliza del Superintendente a Filemón.

            Sin embargo, encontramos algunos indicios que nos muestran que tal vez el chiste original sería otro: Mortadelo tiene el teléfono colocado del revés y está tapando el auricular, no el micrófono del mismo. Puede que por ello el Súper hubiera oído a Filemón y acudido a su casa en busca de venganza. Esto justificaría que Mortadelo especifique en la viñeta 9 de la página 15 que tenía el teléfono tapado “pero no el micro”. Si el Súper ya estaba en la casa, ¿qué más da que el micro estuviera tapado? ¿Ha habido un cambio en los diálogos? ¿A Ibáñez se le ocurrieron los dos chistes y se confundió en la ejecución en lugar de optar solo por uno de ellos? Dejaremos que los lectores decidan. 



            El segundo diamante está escondido en una obra, escenario que se repetirá en álbumes como en El sulfato atómico (1969), El plano de Ali-Gusa-No, Los secuestradores (1975), La gallina de los huevos de oro (1976), Soborno (1977), El atasco de influencias (1990), El trastomóvil (1996), El señor de los ladrillos (2003) o Jubilación…¡A los 90! (2011), además de en historias de Chicha, Tato y Clodoveo como El negociete (1986) y  La obra (1989). Sobresale en esta ocasión algún gag relacionado con el canibalismo, así como el uso del contrapicado en la viñeta 1 de la página 9. La extraña postura de la persecución de la viñeta 1 de la página 12 nos sirve para desvelar que el diamante se encontraba en realidad en un pedrusco de cartón-piedra oculto en la obra. Una vez recuperado el diamante, Mortadelo demuestra no haber aprendido la lección, pues si en el capítulo anterior hizo que el Súper se lo tragara por lanzárselo, ahora lo manda directo a una alcantarilla – a pesar de lo poco probable es que en un despacho haya una alcantarilla-, por lo que el agente de la TIA acaba sumergido en el detritus buscando la importante joya.

            El siguiente diamante se encuentra en el fondo del puerto, y para este tramo Ibáñez decide acompañar a  Mortadelo y Filemón de una tortuga, que será el gran hallazgo cómico, con sus impertinentes réplicas, esas que el dibujante suele tener reservadas para los caballos y otros animales. Nuevamente encontramos algunos chistes destacables, como el referido (nuevamente) al canibalismo o el de la sopa de tortuga. Algunos planos interesantes en contrapicado, como el de la viñeta 2 de la página 16 amenizan la narración hasta llegar a encontrar el diamante, oculto en un jarrón, todo esto culminado con el desafortunado comentario del Súper, que desencadena la venganza. En el quinto episodio, el diamante está escondido en la copa de un árbol. Para darle un poco de salsa a lugar tan simplón, Ibáñez centra los gags en los golpes que va recibiendo Filemón en su malherido pie, recurso tomado del cine cómico clásico, como atestiguan algunos cortos de Laurel y Hardy. Este recurso cómico se utilizó también en Contrabando (1978), La perra de las galaxias y en El SOE (1992). Los continuos golpes en el pie de Filemón culminan con el “toque de gracia” que le da el Súper, provocando la ira de su agente. Así, se concluye un capítulo que poco tiene de destacable más allá de mostrarnos al tierno Mortadelo de los setenta jugando con soldaditos.

            El sexto episodio se desarrolla, una vez que el Súper ha pillado a Mortadelo y Filemón afrentándole en su domicilio, en un salón de belleza, escenario poco habitual. Con el chiste del “pelo en pecho”, Ibáñez se quita a un susceptible y masculino Filemón de encima para que sea Mortadelo el que se luzca creando el caos en la peluquería. Una vez entregado al Súper el diamante, que estaba en un secador, las alusiones al “pelo” hacen que esta vez sea Mortadelo el que se vengue de su superior, lo cual nos trae reminiscencias de los primeros álbumes. El séptimo capítulo arranca con una exhibición de dos costumbres muy españolas, como son la de holgar cuando el jefe no está y la de marcarse “faroles”. Destaca la metáfora visual en la que Mortadelo se queda literalmente “helado”. El episodio transcurre en las cloacas, como veremos en Los sobrinetes (1988) y  El atasco de influencias. Nuevamente un plano picado sorprende en la viñeta 6 de la página 26, concluyendo el capítulo de forma tópica: el diamante es hallado en un ladrillo y la alusión al mal olor de los agentes detona su venganza.

            El octavo episodio comienza con los agentes haciendo vudú al Súper (algo que reaparecerá en La perra de las galaxias), lo que desata una persecución que el idealista Rompetechos interpreta como una cruzada. El diamante se halla en una estatua de un local llamado El club de la broma, en el que una serie de trampas y trucos dan lugar a gags mecánicos, poco preparados, en un capítulo rutinario que supone lo peor del álbum.  El noveno episodio muestra el gusto de Mortadelo por lo paranormal y misterioso, pues si en el anterior creía en las propiedades del vudú, ahora cree en espejos mágicos, ataviado como la madrastra de Blancanieves. El gag del espejo, uno de los más divertidos. El resto del tramo transcurre en una granja, escenario habitual de otras aventuras como A la caza del cuadro, Los gamberros (1978), Los sobrinetes, Las vacas chaladas (1997), Gasolina…la ruina (2008) o ¡Espías! (2012). Finalmente, el diamante es hallado en un cubo y el episodio culmina con otra venganza por el comentario improcedente del Súper.

            El comienzo del penúltimo capítulo es hilarante: mientras que Filemón asume la catártica actividad de pintar al Súper con cuerpo de burro, Mortadelo lo esculpirá en barro. Esta faceta de Mortadelo esculpiendo a sus compañeros de oficina la volveremos a ver en Clínicas antibirria (1993). El escenario escogido por “el Urraco” para este diamante será un parque, escenario de futuras aventuras como Timazo al canto (1994) y El disfraz, cosa falaz (1995). Allí se enfrentarán con un guarda antes de encontrar la joya, que estaba enterrada.


            En el último episodio, en el que parece que se confirma que los agentes viven juntos, pues Mortadelo habla de “nuestra ausencia” cuando le explica a su jefe la alarma (nada discreta) anti-robos que ha instalado. En esta ocasión, nuestros protagonistas deben ir a por el último diamante, que está en casa de Mike Buharro, aunque no sabemos por qué “el Urraco” (del que no se vuelve a hablar) confió en otro delincuente para custodiar parte de su botín. Al ver el tamaño del sombrero de su enemigo, Mortadelo huye como hará al ver el collar de un perro enorme en Misión de perros (1975). Finalmente, tras algunos intentos fallidos de entrar en su casa, comprueban que el villano es un canijo dotado de una enorme cabeza, que recuerda mucho al  futuro malo de Losmonstruos (1973). Una vez recuperados todos los diamantes, el afán juguetón de Mortadelo y su irresponsabilidad lo llevan a que el maletín que contenía todas las joyas sea triturado por una apisonadora. A pesar de que Filemón no ha tenido nada que ver con esto último, el Súper y la Gran Duquesa (que aparece en off) lo persiguen también, mientras Mortadelo le presta su original disfraz de cirro-cúmulo.

            En conclusión, Los diamantes de la Gran Duquesa, aunque no es muy original ni presenta elementos realmente destacables, es un buen álbum de Mortadelo y Filemón, con momentos divertidos, que hará pasar un buen rato a los aficiondos a la serie de Ibáñez.Quizá esto llevara a BRB Internacional a escoger esta aventura para su adaptación a los dibujos animados en la serie de 1994.

martes, 21 de enero de 2014

¡56 AÑITOS, FIERA!

Ayer, día 20 de enero de 2014, la creación más conocida de Francisco Ibáñez, Mortadelo y Filemón, cumplió 56 años. Aprovechamos esta cita anual para recordar la envidable salud comercial de la serie, con casi doscientos números en su haber (solo en historietas largas), tres adaptaciones al cine en animación, dos en carne y hueso, una serie de televisión de dibujos animados, un musical , etc.

Pero que nada de esto suene a recuerdo apolillado, pues a finales de este 2014 se estrenará un nuevo largometraje de animación dirigido por Javier Fesser y, lo que es más importante, Ibáñez sigue enfrascado en la creación de nuevas aventuras de la pareja de agentes secretos con un entusiasmo envidiable (sí, aunque en las entrevistas se queje mucho), ya que estar separado del tablero le cuesta horrores, pues vive para dibujar. Una actitud encomiable, si tenemos en cuenta que ya no falta tanto para que nuestro autor favorito sea octogenario.

Desde Corra, jefe, corra, queremos felicitar a Mortadelo y Filemón y a su autor, Francisco Ibáñez, por estos 56 años de éxitos y de risas. Hacemos extensiva la felicitación a todos sus lectores, con los que nos une un vínculo de carcajadas y buenos ratos. 

¡A por los próximos 56 años!

sábado, 11 de enero de 2014

LA ESPAÑA DE FRANCISCO IBÁÑEZ



         Como seguidor de Ibáñez, a veces he tenido que oír las quejas de algunos de sus detractores, que también los hay, oigan. Una de las que más recuerdo, y que no comparto en absoluto es aquella que me hicieron hace años, acusando al historietista de representar una España chapucera y cutre, en lugar de enaltecer las cualidades propias de los habitantes de la nación, como sucede a menudo en la ficción norteamericana comercial . Aseguraba mi interlocutor que con la crítica que de los españoles hacía Ibáñez nos daba mala prensa en el extranjero ese y , lo que es peor, minaba la autoestima nacional de sus lectores, al lanzar siempre una visión de lo patrio alejada de todo triunfalismo.

            Aunque, como digo, no comparto la visión de esta persona, a veces uno se pregunta si Ibáñez, con su obra, perpetúa la imagen de una España que no existe, la imagen de una España creada por los propios españoles, con ganas de cachondeo. Una España cutre y retrógrada, pero mítica al fin y al cabo, como míticos son los Estados Unidos de las películas de acción de Hollywood.

            Estando en estos y otros pensamientos, me asaltó la realidad en forma de noticias. Dos acontecimientos bastante comentados esta semana rehicieron poner los pies en la tierra y reflexionar. El primer titular era verdaderamente jugoso:

Varios huidos en una operación contra ETA por un error de comunicación del Ministerio de Interior.

Pues sí, una hora antes de que se produjera la detención de ocho personas, Interior filtró la información, lo que permitió que algunos huyeran, amén de formar un circo mediático si precedentes en una detención de este tipo. Sin duda, la España de pandereta. Un fallo de coordinación entre el Ministerio y los agentes hizo que se anunciara la redada, de manera que los periodistas tuvieran tiempo de ir al lugar de los hechos desde una hora antes, y los perseguidos pudieran escapar tranquilamente.

¿No les recuerda a nada?  A mí, personalmente, la anécdota me retrotrajo al final de Hay un traidor en la TIA (1983), con el Superintendente anunciando a bombo y platillo la próxima acción de la organización y preguntándose por qué últimamente el enemigo intercepta todos sus planes y se anticipa a sus movimientos. Pero ¿hay diferencia entre ambas situaciones? ¡Claro que la hay! Mientras que el Súper se limita a anticipar sus planes a través de la ventana, el Ministerio de Interior de nuestro país lo hace en un comunicado de prensa para los medios. ¡Nada menos!



La segunda noticia, menos popular, nos remite a otros personajes de Francisco Ibáñez. El titular sería el siguiente:

Polémica en Chile por la construcción de un puente al revés por parte de una empresa española.

Efectivamente, el Puente Cau Cau de la ciudad chilena de Valdivia ha sido mal construido por una empresa española, de manera que las dos partes que deben unirse (se trata de un puente levadizo) no coinciden. La foto que adjuntamos a continuación es real, no ha sido manipulada por nosotros.



Visto esto, cabe preguntarse si no habrán intervenido en la construcción un par de tipos que todos conocemos: Sí, hablamos de Pepe Gotera y Otilio. En exclusiva para Corra, jefe, corra, hemos captado una de las imágenes de la construcción del puente que mostramos a continuación:




Analizado lo anterior, tenemos que llegar a la triste conclusión de que la España que refleja, retrata y critica Francisco Ibáñez no es ficticia. Claro que hay buenos profesionales en nuestro país en los más diversos campos, pero no cabe duda de que la chapuza sigue siendo marca de la casa, y más lo es cuanto más subimos en los escalafones de responsabilidad. Si no lo creen, solo miren la actuación cotidiana de los hombres y mujeres que nos dirigen.

No creemos que Ibáñez esté perpetuando de forma perversa ciertos arquetipos con fines destructivos, la verdad. Antes bien, los refleja con extraordinaria lucidez y los critica sin piedad. Y no olviden que la crítica de lo que uno hace mal es el primer paso para poder mejorarlo. Para triunfalismo barato ya están los políticos y el anuncio de Campofrío.

jueves, 19 de diciembre de 2013

¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO 2014!

Como cada año, Corra, jefe, corra quiere desear una feliz Navidad y próspero año nuevo a sus lectores. Como son muchas las navidades que llevamos pasando juntos, cada vez resulta más difícil encontrar ilustraciones, portadas, viñetas, historietas...relacionadas con el tema navideño sin repetirnos.

En esta ocasión, nuestra aportación viene de la mano de Juan Manuel Muñoz. El dibujante ha mostrado recientemente una peculiar felicitación de manos de los dos personajes más catastróficos de la TIA: Mortadelo y Filemón. Con su autorización, queremos compartirla con vosotros, y con ella os enviamos nuestros mejores deseos para estas fechas tan señaladas.Sirva también la calidad del dibujo para disipar cualquier duda acerca de quién es el mejor candidato para tomar los lápices cuando Ibáñez decida dejarlo.


Les animamos a alzar su copa con Mortadelo y Filemón para brindar por todo lo bueno que nos ha de traer 2014, que esperemos que sea mucho. Desde Corra, jefe, corra, solo pedimos estar, por lo menos, un año más en su compañía.

Nosotros volveremos en enero cargados de nuevos temas, algunos de los cuales ya están preparados.
¡ Sinceramente les deseamos FELIZ NAVIDAD a todos y PRÓSPERO 2014!

viernes, 6 de diciembre de 2013

IBÁÑEZ, CON EL INSTITUTO CERVANTES

Recientemente, el Instituto Cervantes ha publicado el libro Las 500 dudas más frecuentes del español, editado por Espasa. En esta obra,  Florentino Paredes García, Salvaro Álvaro García y Luna Paredes Zurdo dan respuesta de forma clara y concisa a diversas dudas del hispano-parlante medio, plasmadas bajo la fórmula de pregunta- respuesta. Un libro muy aconsejable para todos los amantes de la Lengua española, de la que todos somos usuarios.

Pero, un momento, ¿qué ocurre? ¿Ahora Corra, jefe, corra se trata de un blog sobre Lengua? No, nada de eso. Esta introducción viene a colación porque...¡cuál no sería mi sorpresa hojeando la obra del Instituto Cervantes, cuando veo que en ella hay un guiño al gran Francisco Ibáñez!

Efectivamente, se produce en la página 438, concretamente en la cuestión nº 487: ¿Se debe poner Fdo. al final de una carta? Como es habitual en el tomo, los autores optan por ejemplificar sus respuestas, y he aquí la firma que han escogido para su ejemplo:



Sí señor, la firma con la que Francisco Ibáñez rubrica sus obras. Y el guiño no termina ahí. ¿Se han fijado en las iniciales que completan la firma? I. T. , clara alusión también al segundo apellido del maestro, mucho menos conocido: "Ibáñez Talavera".  

Sin duda, un detalle simpático el hecho de que en una obra tan prestigiosa como esta, con el sello del Instituto Cervantes, se haga esta alusión a Francisco Ibáñez. Los autores no han optado por incluir una firma ficticia, tal vez por el temor de que coincida con alguna ya existente de algún posible lector susceptible, así que han preferido usar la firma de uno de los artistas más queridos por el público en general, probablemente seguros de que, si la cosa llega a oídos de Ibáñez, antes se sentirá honrado que ofendido.

Quede este tema como testimonio de esta simpática alusión. Nosotros nos despedimos no sin antes observar: ¿se han fijado, lectores, que la firma de Ibáñez no está tal cual? Han hecho una ligera modificación en ella. ¿Saben cuál es?

Saludos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

¡SILENCIO, SE RUEDA! (1995)



¡Silencio,se rueda! es una de las escasas aventuras de Mortadelo y Filemón que se publicó primero en álbum y luego de forma seriada en revista, concretamente en los números comprendidos entre el 59 y el 61 de Mortadelo Extra. Puede que durante su realización Ibáñez supiera que se editaría primero en formato álbum, ya que los capítulos de 8 páginas no están siempre delimitados de forma concisa. Con esta aventura, se conmemora el primer centenario del cine, creado en 1895 de la mano de los hermanos Lumière. 

            El argumento es sencillo: el Súper manda a sus agentes, invento de Bacterio mediante, a recorrer la historia del cine en vivo para que aprendan las técnicas de los dobles cinematográficos y mejoren así su forma física. Se trata, pues, de una de estas aventuras de viaje en el tiempo en la que los protagonistas no regresan a la TIA hasta el final, como ocurrió en El Quinto Centenario (1992) y como veremos en Siglo XX…¡qué progreso! (1999) y El dos de mayo (2008). En  realidad, como en las anteriormente citadas, Silencio,¡Se rueda! se hubiera visto beneficiada si Mortadelo y Filemón hubieran contado con un objetivo más concreto, como en las aventuras clásicas: esto es, ir consiguiendo pequeños objetivos en cada una de las etapas del mundo del cine que visitan. También relacionada con la industria cinematográfica, aunque desde una perspectiva totalmente distinta (menos histórica) encontraremos la futura historieta El estrellato (2002), creada en ocasión de la primera adaptación al cine de Mortadelo y Filemón con personas.

             En Silencio, ¡Se rueda!, a lo largo de tres páginas, Ibáñez hace una introducción a la invención del cinematógrafo, con referencias surrealistas al zoótropo y a las sombras chinescas. Quizás por comodidad, el autor reduce a los hermanos Lumière a uno solo mientras explica los avatares de la invención del cine. Como curiosidad, la película que se proyecta en la viñeta 5 de la página 4 parece hacer referencia a Los Picapiedra, cuya versión cinematográfica data de 1994. No falta, sin embargo, la recreación de una anécdota real, como el pánico desatado en la sala de cine en la que se proyectó la imagen de un tren que se dirigía a toda prisa hacia la pantalla.

            Ya en la TIA vemos a un Superintendente muy preocupado por la forma física de sus agentes, a los que sin embargo no manda a que aprendan de los dobles del cine actual, sino que prefiere enviar a que recorran la historia del séptimo arte. En realidad, el viaje que les proporciona Bacterio tiene la particularidad de que Mortadelo y Filemón no pasearán estrictamente por las cintas míticas de la historia del cine, sino que irán a parar a los rodajes de las mismas, en un peculiar periplo. Este se inicia en la página 7, con una de las planchas más oníricas que Ibáñez jamás haya realizado para su serie estrella, con Mortadelo y Filemón viajando por el desierto de un reloj de arena que va hacia atrás.


            En las siguientes 12 páginas asistiremos a otro hecho insólito en la serie: Ibáñez requirió la colaboración de los coloristas (algo imposible en otras épocas) para recrear el mundo del blanco y negro de los inicios del cine. No obstante de la originalidad de este recurso, nos preguntamos por qué los agentes lo ven todo en blanco y negro (salvo a ellos mismos, claro), si no están formando parte de las películas, sino asistiendo a los rodajes de las mismas. Por lo mismo, tampoco comprendemos por qué las primeras personas a las que se dirigen no pueden expresarse oralmente, si simplemente son actores de cine mudo.

            A partir de este momento, aparece el que será el primer cameo de una larga serie. Charlie Chaplin, ataviado como Charlot, será la primera figura conocida que desfilará, de forma anecdótica, eso sí, delante de nuestros personajes, perseguido por un grupo de policías que recuerdan a los de Keystone, compañía de Mack Sennett en la que Chaplin dio sus primeros pasos en el cine. Aunque la admiración de Ibáñez por Chaplin ha sido declarada en más de una ocasión en diversas entrevistas, no será frecuente su aparición en las aventuras de Mortadelo y Filemón. No obstante, recordamos la caracterización de Mortadelo como Charlot en En Alemania (1982). Las siguientes páginas se rellenan con unos chistes muy básicos relacionados con los decorados (siempre falsos y engañosos) cinematográficos: golpes con puertas falsas, animales de cartón-piedra, etc. Esto recuerda a la historia corta de 1970 Silencio, se rueda…¡Acción!, publicada  en Gran Pulgarcito, y que sin duda Ibáñez tuvo muy presente para realizar este álbum casi homónimo.

            La siguiente aparición será la de Stan Laurel y Oliver Hardy, otros ídolos reconocidos del autor y cuya obra será decisiva en la formación personal y profesional de Francisco Ibáñez. El Gordo y el Flaco sentaron a lo largo de su trayectoria las bases del resto de parejas cómicas del mundo del espectáculo. Basándose en los roles clásicos del Clown y el Augusto, Stan Laurel desempeña el papel del “payaso tonto” que siempre mete en problemas al “payaso listo” (Oliver Hardy). Hay que señalar que esta distinción según la supuesta inteligencia es una mera convención, ya que en muchas ocasiones, el “tonto” Laurel, puede hacer gala de una imaginación, astucia y habilidad capaz de dejar patidifuso a su supuesto superior intelectual. A los lectores no les costará reconocer estas constantes en dúos como Abbot y Costello, Jerry Lewis y Dean Martin, Pedro Picapiedra y Pablo Mármol y, en el campo de la historieta, Mortadelo y Filemón.

            Es por ello que consideramos este cruce entre los agentes de la TIA y la pareja de cómicos de vital importancia, ya que supone una mirada hacia la esencia propia de la serie: el humor basado en las personalidades contrapuestas y el mamporro y tentetieso. Tal es la comunión entre las dos parejas, que el chiste que Ibáñez adjudica al Gordo y el Flaco fue usado por él mismo con sus personajes estrella en la portada nº 88 de la revista Mortadelo. Laurel y Hardy ya fueron nombrados anteriormente en El pinchazo telefónico (1994) y sus tumbas aparecerán en Esos kilitos malditos (1997).



            Tras un breve cameo de Búster Keaton, quizás menos conocido por el gran público y dotado de menores características definitorias, aparecen los Hermanos Marx, que volverán a salir en El estrellato. Previamente, Ibáñez había hecho referencia a su película Una tarde en el circo en La historia de Mortadelo y Filemón (historieta corta) y había disfrazado a Mortadelo de Harpo en Los superpoderes (1988), todo esto sin contar que la frase supuestamente atribuida a Groucho “¡Más madera! ¡Es la guerra!” ha sido usada en numerosas ocasiones por Ibáñez.

            Posteriormente, encontramos una serie de gags en los que los agentes intentan montar a caballo para mejorar sus habilidades, tal y como hicieron en En la Olimpiada (1972), El caso del señor Probeta (1991), 20.000 leguas de viaje sibilino (1994) y como harán en El dos de mayo. Posteriormente, se suceden algunos cameos de Humphrey Bogart, que aparece tan aficionado al tabaco como en Prohibido fumar (2004), Fred Astaire y Lola Flores. Para exagerar la edad de la folklórica, Ibáñez acude a la hipérbole de decir que, a pesar de tener ya sus años en 1920, todavía baila como si nada la chiquilla. Sin duda, se trata de un mero chiste que no podemos tener en cuenta para fijar el momento exacto en que se desarrolla la acción, pues en esa época ni se había inventado el sonoro ni habían comenzado las carreras cinematográficas de personajes ya aparecidos como Laurel y Hardy o los Hermanos Marx. Completan este ciclo en blanco y negro las referencias a las películas de Tarzán y a Psicosis (salto hasta 1960), con un Anthony Perkins no demasiado bien caricaturizado.

            Las siguientes cinco páginas transcurren en el rodaje de las películas del Oeste, con John Wayne, al que ya vimos en El racista (1992) y que veremos de nuevo en Prohibido fumar. El mítico vaquero de las películas se enfrenta contra Billy el “Niño”, sin que Ibáñez se resista al tópico de mostrar a esta leyenda del Oeste como un infante, algo que ya hizo en Los sobrinetes (1988).Aunque no hay ningún punto en común, es imposible no acordarse de la visión que de Billy el “Niño” hicieron Morris y Goscinny en los álbumes de Lucky Luke.  Ibáñez se burla de los mitos del género,tanto en cine como en cómic, mostrando a través de Mortadelo que no es tan fácil eso de “disparar más rápido que la propia sombra”, en la impagable secuencia de la bellota.  En líneas generales, vemos en este álbum que Filemón es más escéptico y menos impresionable que Mortadelo, pues el ayudante siempre se asombra ante los prodigios a los que asiste, mientras que Filemón suele desdramatizarlos para buscarles el “truco”. Indispensable es hacer referencia a la viñeta primera de la página 23, en la que el autor recrea una pelea típica entre vaqueros en un saloon. Valga esta ilustración como otro ejemplo de la capacidad de Ibáñez como dibujante, así como de su habilidad para la acumulación de gags que recompensarán sin duda al lector atento. Otras viñetas espectaculares (e igualmente violentas) son las que encontramos en álbumes como Mundial 78 (1978), Mundial 94 (1993) y Mundial 98 (1997).



            Durante las siguientes 8 páginas, Mortadelo y Filemón se dedican a fastidiar involuntariamente el rodaje de una película de terror, en la que, como ocurrirá en El estrellato, volverán loco hasta la desesperación al director, que intentará suicidarse de las formas más hiperbólicas y divertidas, recordando a los entrenadores deportivos de los diversos mundiales de fútbol. Ibáñez obvia que se trata de actores y realmente los personajes de terror parecen ser realmente los monstruos que representan (por ejemplo, el actor que hace de Drácula sale corriendo detrás de Mortadelo para morderle). Se trata de un tramo menos original, con un escenario que recuerda a los ya utilizados en A la cazadel cuadro (1971), Pesadilla…(1994) y Okupas (2001). Como dato testimonial de la época, destaca la mención a la fuga de Luis Roldán, a quien Ibáñez dedicó el álbum Corrupción a mogollón el año anterior a Silencio, ¡Se rueda!

            Una original viñeta muestra la transición entre el cine de terror y el romántico, paso que afecta incluso al bocadillo. El garbeo de nuestros hombres por el cine de amor se basa exclusivamente en la película cumbre del melodrama: Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939), cuyo título inspiró el del álbum Lo que el viento se dejó (1980). Como no puede ser de otra manera, Mortadelo y Filemón interrumpen con su prosaísmo la escena culminante de la película. Secuencialmente es interesante el efecto de rapidez conseguido en las viñetas 6 y 7 de la página 33, en las que el cuerpo de Filemón tiene continuidad de una a otra, mientras que Mortadelo aparece, respectivamente, delante y detrás de su jefe, dando la sensación de adelantarlo con gran presteza.

            Posteriormente, los personajes llegan al estudio Metro Goldwyn Ibáñez, el mismo nombre que aparece en la historieta corta Silencio,¡se rueda!...Acción, con un Marlon Brando decrépito en la puerta. Aquí Ibáñez hace alusión al “cine de bichos”, esto es, a las producciones de animalejos gigantes, con referencias a King Kong, Tiburón y a la recientemente estrenada en España Parque Jurásico, de Spielberg, que inspiró el álbum Dinosaurios (1993). No resulta muy comprensible que en este tipo de películas aparezca un cameo de Woody Allen, que será nombrado posteriormente en Su vida privada (1998) y Atenas 2004.


            Las tres páginas siguientes están dedicadas a las películas de Superhéroes, a los que,como es común en Ibáñez, presenta como seres falibles e imperfectos, algo que vemos en álbumes como 100 años de cómic (1996), ¡Y van cincuenta tacos! (2007), así como en la historieta corta Los Super Héroes, (Super Mortadelo, 76 de Ed. B, 1990). Hay que citar que, aunque en ningún momento aparece Frank Sinatra en la historieta, se nombra dos veces en la misma. Pasamos a continuación al cine de acción, sección que se abre con una espectacular viñeta, bastante original, en la que vemos a Arnold Schwarzenegger matando vietnamitas. La media plancha, además de ser una lección de dibujo humorístico en la que se despliegan algunas de las mayores cualidades de Ibáñez como dibujante (acumulación de gags, composición de la viñeta, fuerza expresiva, contundencia…) contiene una nada rebuscada crítica tanto a la violencia extrema de este tipo de cine, como a la ideología que Estados Unidos transmite a través de sus films, un triunfalismo de cartón-piedra que no casa para nada con la visión desmitificadora de Ibáñez. Ojo al diálogo de uno de los personajes:

            “No lo comprendo…Cada amelicano se calgó tlescientos cualenta mil vietnamitas…¡Y sin embalgo, peldielon la guela!”

            Schwarzenegger volverá a aparecer en El Estrellato, al igual que Silvestre Stallone, que desfila por nuestro álbum interpretando a un Rambo deseoso de venganza ante Filemón. Stallone también aparecerá en El Estrellato y Mortadelo se disfrazará de él en Atlanta 96 (1996), para deleite de Ofelia. Ambas estrellas del cine volverán a aparecer en ¡Llegó el euro! (2001). A pesar de que en ningún momento se muestra, Filemón hace referencia al rodaje de La guerra de las Galaxias XIII. El hecho de que la saga no tenga peso alguno en la historia no impide que su rodaje pasara a ocupar la portada de la edición en Magos del Humor del álbum. Finalmente, Mortadelo y Filemón son transportados de nuevo por el invento del Bacterio a la sede de la TIA, que Mortadelo hace explotar al traer consigo un explosivo que agarró durante su aventura, algo que recuerda al final de Lo que el viento se dejó. El Súper perseguirá a sus inútiles empleados que, hartos del cine, no saben que a la vuelta de la esquina está Robocop (¿el personaje, el actor que lo interpreta?) pidiendo óbolos para la gente del cine.



            Desde el punto de vista gráfico, el álbum presenta las características típicas de la época, en la que Juan Manuel Muñoz dejó de trabajar temporalmente con Ibáñez y una mujer, cuyo nombre desconocemos, se encargó del acabado del dibujo y del entintado. Pese a lo irregular de esta temporada, el estilo parece más cuidado que en otras historietas del periodo. Ibáñez nos deslumbra con algunas viñetas de media plancha realmente espectaculares, ya comentadas, con algún plano cenital (viñeta 5 de la página 19), disfraces originales (el de dragón de principios del álbum) y, como ocurría en varias aventuras de principios de los noventa, un desfile de caricaturas relacionadas como el mundo del cine. Hay que decir que, como caricaturista, Ibáñez tiene sus limitaciones, pero no se puede negar que en su caso no se trata únicamente de condensar los rasgos más característicos de algún personaje conocido, sino de adaptarlos al “estilo Ibáñez”, esto es, que parezcan un personaje más de Mortadelo. En todo caso, no se puede negar que sus caricaturas son muy personales.A esto hay que sumarle la decisiva y nada frecuenta colaboración entre dibujante y coloristas para plasmar en gris la época del cine en blanco y negro, algo nada frecuente en las historietas de Ibáñez.

 En  conclusión, podemos decir que se trata de un álbum más original en el que la procesión de famosos puede disimular la ineficacia de algunos de los gags, recordando, si nos permiten la analogía cinematográfica (no nieguen que viene al pelo), a esas grandes superproducciones en las que el desfile de rostros conocidos puede opacar lo convencional de la trama. No obstante, los lectores apreciaron en su momento la originalidad del álbum y el sabor de boca que deja Silencio, ¡Se rueda! suele ser positivo.

domingo, 3 de noviembre de 2013

PLURILÓPEZ CON MORTADELO Y FILEMÓN: RECORDANDO A TRAN

Parece que últimamente nos toca despedir. Si la semana pasada le dijimos adiós a un icono de la cultura popular como fue Manolo Escobar, hoy toca rendir homenaje a alguien mucho más relacionado con el mundo de la historieta. Se trata del dibujante José Luis Beltrán Coscojuelas, mejor conocido por Tran. Nacido en Zaragoza en 1931, Tran nos dejó el pasado 21 de octubre, dejando tras de sí una notable carrera como ilustrador, dibujante y pintor. Aunque se le asocia a la tercera generación de la escuela Bruguera, ya que sus obras más famosas datan de finales de los setenta, lo cierto es que ya desde la década anterior nuestro autor publicó en Tío Vivo y El DDT.  A pesar de no llegar a ser una primera espada de la editorial, muchos recordarán la presencia de sus personajes en las revistas de la casa, siendo especialmente reseñable Constancio Plurilópez (1977), que solía aparecer en la revista Mortadelo y sus derivados. Este éxito más o menos tardío lo llevó a figurar entre los autores más reconocibles de Bruguera de finales de los 70 y principios de los 80.  Plurilópez reflejó, en cierta forma, una realidad que resultará ajena a los lectores más jóvenes, dada la coyuntura actual. Nos referimos al fenómenos del pluriempleo: al señor que por la mañana trabajaba en un banco, por la tarde llevaba la contabilidad de una empresa y por la noche tocaba la trompeta en un café de su barrio, todo con objeto de pagar los plazos del automóvil, televisor, lavadora, etc.

Plurilópez será, precisamente, el personaje elegido por Tran para participar en el homenaje al 25 aniversario de Mortadelo y Filemón, con una historieta en la que, como en las demás participantes en la efeméride, el dibujante dejaba los huecos para que Ibáñez insertara a sus criaturas más famosas. Veamos los resultados de esta colaboración.



La historieta en cuestión se titula "Idea genial", tiene cuatro páginas y el guion corre a cargo de Julio Fernández. El argumento resulta tópico: para poder escaquearse de sus compromisos con su pareja, Plurilópez acuerda con Mortadelo y Filemón que estos aparecerán por su casa fingiendo ser atracadores y, cuando él se haya hecho el héroe delante de su amorcito, fingir que los lleva a comisaría para tener la noche libre lejos de la paz del hogar. Lamentablemente, Mortadelo y Filemón llegan tarde y Plurilópez se enfrentará a un auténtico atracador, saliendo mal parado. Al final de la historieta, el maltrecho protagonista perseguirá, en venganza, a los agentes de la TIA.

Se trata de una de las historietas de homenaje a Ibáñez en la que menos participan Mortadelo y Filemón, ya que el peso de la narración lo lleva Plurilópez y el ladrón que lo ataca. Los agentes de la TIA no aparecen sino en la segunda página, eclipsándose nuevamente hasta la última. A pesar de su escasa presencia, cabe destacar la impecable realización gráfica de Ibáñez, quien seguramente entintó a sus propias criaturas. El juego de autores, en el que seguramente Tran abocetó las posturas que debían presentar los personajes de Ibáñez, permite ver a Mortadelo y Filemón en posiciones poco habituales, lo cual siempre es agradable para los lectores. No sabemos hasta qué punto estaban en el guion original detalles jocosos como el de Filemón metiéndose el dedo en la nariz (viñeta 8, pág. 2) o perdiendo un diente por un gesto de Mortadelo (viñeta 9, pág. 2), rasgos que parecen corresponderse con los recurso habituales de Ibáñez para dar más "salsa" a las situaciones.



En cuanto al guion, no deja de sorprender que Mortadelo y Filemón aparezcan como "dos buenos tíos" dispuestos a mojarse por ayudar a su amigo Plurilópez. Eso sí, al final de la historieta no dudan en cachondearse de él al verlo en paños menores por la calle.Como es habitual en Julio Fernández, la presencia en sus guiones de las artes marciales es una constante, dedicando varias viñetas al desarrollo de golpes de kárate (viñetas 6,7 y 8 de la página 4), a la vez que Plurilópez afirma ser "cinturón negro". Esta pasión de Julio Fernández por esta disciplina, que Ibáñez ya reflejó a través de Kar-Akol, el mongol en  Contra el gang del "Chicharrón" (1969), se ve también en las historietas de Mortadelo y Filemón en las que Fernández se hace cargo del guion, como prueba la aparición del personaje Taka-Ñaka.

Este fue, pues, el crossover entre Plurilópez y Mortadelo y Filemón, pero, ¿qué hay de Ibáñez? ¿Dibujo él en alguna ocasión al personaje estrella de Tran? Nosotros hemos localizado una, en la portada del Súper Humor 31 de los antiguos de Ediciones B, con un Plurilópez amargado porque solo a él se le puede ocurrir poner un puesto de helados en medio de la nieve. Quede este cameo como una prueba de la popularidad que el personaje de Tran alcanzó durante los últimos años de la década de los 70 y los primeros de la de los 80.


Descanse en paz.